Ayer, en una debate universitario, me preguntaron qué era lo que había cambiado en la Cultura de esta provincia desde que alicantelivemusic.com existe. No me lo había planteado, porque dedicando tanto tiempo a contar el cambio, uno se olvida de disfrutarlo. Igual por eso, normalizamos cosas que hace no tanto parecían utopías y nos dejamos sin hacer preguntas, o hacer valoraciones sobre de dónde venimos y adónde vamos. ¿Qué somos? ¿Qué queremos ser? o si en el punto que estamos ¿es viable (auto)exigirnos más?
En esa tesitura, y con una nueva incertidumbre electoral en puertas, podría decirse que la libre competencia (con matices) ha acabado por desarrollar el calendario cultural. Y con las propuestas agendadas hemos aprendido inconscientemente a filtrar lo que es bueno y lo que es malo. No nosotras, sino el público que trasladando a la cultura esa prisa, con la que vivimos todo, ha acelerado los pasos que, indirectamente, llevan a la educación del criterio que desde aquí, tanto tiempo llevamos reclamando.
Los pequeños cambios, apenas se aprecian. Sobre todo cuando las grandes déficits son tan palpables Seguramente, para que la consagración de la cultura como medio de vida, o como elemento fundamental, sea efectiva, muchos de esos proyectos, que como este van acumulando cumpleaños, tienen que consolidarse, convivir y crecer. Y eso requiere herramientas que ni siquiera nosotros hemos pensado que puedan existir. Porque igual, ni se han inventado todavía.
Lo que está claro es que no es bueno que el que idea pase hambre. La incertidumbre es retadora al principio, incluso necesaria, pero te quema con el tiempo. Y te lleva a buscar alternativas más «estables» que te alejan de dotar del potencial necesario a tu proyecto y a todo lo que gira en torno a él. Y ahí, en lo que necesito y aún no tengo, en la lucha que aún muchos lidiamos cada día, está mi respuesta sin el desarrollo, que ahora sí he tenido tiempo de hacer; «lo que ha cambiado en la cultura de Alicante es que se ha vuelto original y debatible«.
Y eso, imagino que es porque hay mucho dónde elegir, algo que exige que quien propone no se olvide de la calidad, de la continuidad, de la buena difusión, de la inversión, de la técnica… y, a la larga, todo eso trae consigo adeptos, críticas, trabajadores, intercambios de opiniones, sinergias, reinvenciones, fracasos y reseteos que, aunque en el momento de producirse no gusten, o se digieran mal, a la larga nos regalan una agenda repleta, un entramado cada vez más poblado y fructífero, gente que se mueve, que no tiene miedo a empezar proyectos nuevos… y, seguramente, lo más importante, un camino documentado de toda es prueba-error que hemos experimentado tod@s.
Faltar, faltan muchas cosas. Hablamos demasiado de eso y de otros defectos. Pero hoy me apetecía aplaudir a quien entiende que un evento no acaba hasta que ha sido criticado. Sin ese debate, interno o externo, que matiza las virtudes y revierte los errores, el crecimiento es imposible. Y aunque no crezcamos a la velocidad que deberíamos, si miramos atrás, podemos ver el largo camino que hemos ido recorriendo. Lo que nos ha costado, lo que nos ha dolido y lo que nos ha hecho disfrutar, todo, en un mismo saco.
Y no sé vosotras, pero al volcar todas esas emociones, hoy me puedo permitir el lujo de ser un poco optimista. No por mí, que sigo sin completar el círculo de la estabilidad económica, sino por todos esos que de tanto aprender a sobrevivir, empiezan a llegar al punto en el que lo estable y lo original, se convierten en una ganancia más acorde con la experiencia que acumulan.
Todo eso puesto al servicio del producto final que nosotros intentamos inventarnos, quizá cierre por un tiempo, esa necesidad que hace no tanto, teníamos de debatirlo todo. Porque la balanza empieza a desnivelarse con cosas que se hacen mejor que antes, porque hay referentes buenos y malos con los que compararlos sin tener que mirar a otros lados. Y ese suele ser el principio del éxito, no el nuestro, en el ahora, sino en lo que en el futuro recogerán los que vengan por detrás. Eso que te permite debatir de cosas que tienen que ver menos con el hambre y más con el resto de la vida.
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