Era difícil superar el listón que hace un par de semanas pusieron los New Raemon, pero después de haber asistido, in situ, al conciertazo que Pájaro dieron en el claustro (hace, más o menos, un año), no nos faltaba predisposición. Al fin y al cabo, era el día internacional de la mujer, y nuestro lado femenino nos pedía un poco de sonidos guitarreros para celebrarlo.
Andrés Herrera husmeó con su perspicaz olfato, y «Coca-Cola» en mano, como estaba el ambiente del Arniches. Se colocó su guitarra, hizo un conato de broma sobre el turrón, con la que nos quedó claro que, a parte de buena música, íbamos a tener un plus de humor como complemento a la tarde cultural.
El psychobilly, mezclado con música surf, nos quitó de cuajo las ganas de siesta. Para el segundo tema ya habíamos digerido el arroz de media tarde y empezábamos a tener ganas de hacerles la ola. Para la tercera, la butaca se nos había quedado pequeña. El repaso integro al «Santa leone» nos iba metiendo el gusanillo de la necesidad de ese disco nuevo que verá la luz después del verano. Después llegó esa sofisticada declaración de amor llamada «perché», que precedió a la lección de historia de la cultura, que nos llevó desde Neruda, hasta Manuel de Falla, pasando por San Juan de la cruz (del campo) o Silvio, que, a parte de en el escenario, estaba presente en la butaca que teníamos delante.
Con la guitarra «wilquera», con toques de Robbie Krieger, de Raúl Fernández, y la corneta de Quini, acabamos de dar caza al alcance y nos olvidamos de reprimir las palmas, al son variado que nos marcaba esa perfecta conjunción de batería y bajo, que iba cambiando el ritmo, como si las canciones se hubieran subido a una montaña rusa y a nosotros se nos hubiera olvidado lo que es el vértigo a las alturas. Los acordes migraban como un éxodo de notas voladoras que buscan refugiarse en tus oídos. Andrés Herrera había dejado de ser el único pájaro de la sala, las alas emergían de los omóplatos de todos los presentes y sentíamos la impetuosa necesidad de rapiñar cada sonido perdido entre las tres guitarras, cada uhh uhh uhh contagioso del micro de los coros, cada bailoteo de las gogós improvisadas de los laterales del teatro, cada chiste entrecanciones… de repente, la envidia por el arte sevillano, se convirtió en admiración y pensamos que para la siguiente exposición universal a la que aspiren los sevillanos, no estaría mal que en vez de Aves, haya pájaros tocando, y ponys bravos, labios y rockeros sevillanos…
El concierto terminó después de dos bises ante un teatro entregado. Saludamos a los artistas, le dimos las gracias a los organizadores, estudiamos la penúltima lección de ornitología de la tarde y nos fuimos pensando en presionar a Ryanair para que reduzca la distancia que ahora separa Sevilla de Alicante, con unos cuantos vuelos semanales, o con unos tarritos de arte contagioso, como el que nos regalaron ayer los Pájaro;
Para terminar, os recordamos que todavía nos quedan dos sesiones más del atiende Alicante: el 22 de marzo con Guadalupe plata y el 19 de abril, con The Saint, así que: tic tac, tic tac;
Anónimo dice
Viva el rock & roll sevillano