Hay épocas en la vida de las que todos renegamos. Es como si cayeran en un olvido que sólo despiertan golpes muy concretos, como la muerte de Pau Donés.
Mi yo más rockero (y el vuestro) negará que Jarabe de Palo puso banda sonora a una parte de nuestras adolescencias. Imagino que era mi contrapunto particular a toda la negatividad y la rabia que acumulaba escuchando a Nirvana, Smashing Pumpkins, The Doors, Extremoduro, Kortatu… pero recordando «Grita», «La Flaca», «El Lado Oscuro», «Bonito» y todos esos hits que ayer todo el mundo magnificaba, caí en la cuenta de que mi vida, entonces, era un precipicio en el que la ignorancia, las hormonas, la influenciabilidad y otros factores así, pueden aplanarte el cerebro para siempre.
En esa disyuntiva, uno necesita influencias positivas: Un hermano mayor, un amigo que va un paso adelantado, un profesor empático, una revista… yo tuve un poco de cada, pero en mi entorno hay gente que se quedó en esa simpleza de no ir más allá de lo que está a la vista puede ofrecerte. ¿Qué lees? el Hola en la peluquería y el Marca en el Bar ¿qué escuchas? lo que ponen en los 40 principales ¿Cuáles son tus hobbies? Todos pragmáticos, tipo: beber, salir, viajar, consumir o machacarme en un gimnasio (yo que nunca hice deporte). Pensarlo, ¿cuántos de vuestros amigos se han quedado ahí?
Imagino que como yo, los llamáis «amigos del colegio (o del barrio)», los que te tocan por la suerte no escrita de que tu madre te lleve a uno u otro colegio, o elija vivir en una u otra ciudad.
Ellos me culpan a mi de la distancia. Yo, simplemente, dejé de compartir cosas cuando íbamos a un bar porque había más chicas (aunque la música fuera insufrible), si íbamos al cine había que ver la peli más taquillera, si hacía un viaje en coche, aunque fuera a la vuelta de la esquina, me daban ganas de pegarme un tiro viendo que las cadenas sintonizadas en la radio eran Los 40, la Cadena Dial y todas esas radiofórmulas insulsas que venden cosas vomitivas…
Al final, descubres que eso de «más vale solo que mal acompañado» es un estado transitorio y se abre ante tí el maravilloso mundo de las minorías. De repente, vas a cineclubs, a conciertos donde te puedes mover, descubres las librerías alternativas, el teatro, los murales, la ropa que todavía se hace en España, las cervezas artesanales con conversación, los pueblos de alrededor, las ciudades de más allá en las que no eres nadie… unos te llaman snob, otros raro… pero en el fondo, no es más que una simple cuestión de haber forjado un criterio. Asumo que puede que equivocadamente, pero justamente, quien tiene uno opuesto es el mejor debatiente al que me puedo enfrentar. Y me divierte más que cualquiera de esos amigos que citaba al principio del artículo.
Es curioso que Pau Donés haya muerto justo después de esta pandemia en el que las minorías se han divertido, mientras el resto no sabía que hacer más allá de un zoom con alcohol y subirse por las paredes por no poder hacer cosas simples y estipuladas en ese sota, caballo, rey de la vida en pareja, con hipoteca y monovolumen.
Quizá con una asignatura en el colegio dedicada a discutir y forjar tu criterio, o un programa infantil con el guión encauzado a despertar la curiosidad podría eliminar mentiras como «me da igual», «me gusta todo» o «prefiero no mojarme». ¿Para qué? para poder exigir argumentos a un político, letras con sentido a un autor o alicientes distintos a la supuesta diversión globalizada que nos venden.
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