Admiro a los figurantes del cine. Al payaso que hace gracia. Al secundario que no necesita aspavientos excesivos para llamar la atención. Nunca entendí el afán de protagonismo y menos, con todos mis respetos, el de la gente mediocre que cree que es gracioso gritar para que tontos como tú te rían la gracia y desvíen la atención del verdadero protagonista.
Sé que con tanta cámara, puede ser hasta lógico pensar que eres una especie de estrella de cine de barrio, por captar atenciones haciendo el ridículo, pero como hoy me han dado a mí el altavoz, te diré que eres gilipollas por querer ser el vedette putón gritón, en, por ejemplo, una graduación de niñas de 12 años. O a una novia, que todavía se pregunta a qué clase de persona se le ocurre ir a una boda con un megáfono.
El contexto lo dice todo, porque yo ni me he casado, ni me puse un birrete hasta los 22. Entonces idolatrábamos a gente cool, pensadores, literatas o músicos angustiados por el éxito (nada que ver con la Esteban, Jorge Javier o las putas influencers del Tiktok).
El amor por hijos y sobrinas, me hace verme en situaciones kafkianas. Pero aunque no comparto la trascendencia, me apena el aplauso fácil y el ensalzamiento de ridículo como moda. Creo que tiene que ver con el respeto, porque en otros lados, no encuentro este nivel de decibelios en las conversaciones. De hecho, hasta he estado en sitios en los que la gente ve las pelis en el cine callado, o acude a funciones escolares a romper el silencio, sólo, cuando un aplauso lo requiere, o cuando no puedes evitar la carcajada, o abrir el paquete de klinex para limpiarte la lagrimilla.
Por si no eres consciente, escribo hoy esta reflexión. Para que más que protagonista, te sientas ridículo por joderle un día grande a tu hijo, o por darle una imagen de normalidad a tu afán de protagonismo, que en mis ojos, y en la de otros tíos/padres/abuelas no es más que un ridículo.
Lo más triste es que tu hijo es el que se reía. Y el que luego hizo el ridículo por imitación, mientras otras lloraban de frustración.
¿qué es lo normal? pues con un poco de empatía u objetividad, verías que a veces se aprende más callada, que mirando a una cámara. Sin quererlo, esta vez, la protagonista acabé siendo yo, por ridiculizar a los «graciosos» ante un aplauso, más generalizado que la risa que pretendían crear ellos.
La diferencia es que yo no me siento orgullosa. Ni siquiera aunque mi sobrina estuviera entre las que me lo agradecieron.
fdo. @ladiscordantede
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