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Quemando los pijamas de felpa con Gastelo y Rebeca Jiménez.

18/05/2015 por Alicante Live Music 1 comentario

Si la semana pasada, la visita de Nat Simons nos sirvió para construir una barrera entre la aburrida monotonía y el placer, esta vez, tuvimos la suerte de darnos de bruces con el lado femenino que tod@s tenemos aparcado en esa sensibilidad que hace que la vida merezca la pena.
 
Da igual que sea porque estás perdidamente enamorada o porque el desamor te ha llevado a pasarte el día con el pijama de felpa más horrible, o buscando un despeinado adecuado para esa espeluznante imagen de ti misma, a medio camino entre el sollozo y el litro de helado de chocolate que palía, en cierta manera, el dolor de pensar en las cosas que pudieron ser y nunca fueron.
 
Foto de @Amamusic
Sólo los cantautores más melancólicos reconocen haber estado tristes, o al menos, son ellos los que no tienen inconveniente en pasarse la vida recordándonos esa desdicha, para ratificarle a los solitarios eso de que «más vale sólo que mal acompañado» y a los enamorados que pasarlo mal no fue más que una manera de encontrar el camino hasta la felicidad actual.
 
 

No sabemos porqué la tristeza nos acojona tanto, ni qué tiene de malo la soledad, ni porqué los raros son los que van a ver un concierto de Rebeca Jiménez y Vicky Gastelo y no los que se quedan en casa viendo el fútbol o dejando pasar la vida sin más.
 
El caso es que a nosotros nos gusta trabajar la sensibilidad y nos atrae el punto masoquista de recordar las desdichas pasadas, para valorar todo lo bueno que tenemos en la actualidad. Por eso, nos infiltramos en un supuesto plan de chicas y compensamos el error de no haber visto a Rebeca Jiménez cuando hace un par de meses vino a tocar al Euterpe.
 
Nos despertamos, a eso de las nueve y media, cogidos de la mano de pianista de una segoviana afincada en Madrid y una poetisa cántabra que, ahora, vive en Barcelona. La seta de la semana pasada seguía encendida en la parte de atrás del escenario y una estrella, con su luz a juego, presidía en el soporte del piano la tranquilidad, y la educación, que se respiraba entre los asistentes al acto.
 
En vez de un «buenas noches» las dos viejas amigas conjugaron sus voces para dejarnos claro que, pasara lo que pasara, nos quedaría su amor. Y antes de marcharnos a pasear por la nostalgia, las risas y las lentejuelas nos dejaron claro que cualquier parecido entre las letras que escuchábamos y la realidad era pura coincidencia.
 
La nostalgia se convirtió en el consuelo de saber que si tú piensas en mí, aunque no estés, es suficiente. Era un buen momento para quedarse a bailar, aparcar las dudas y volver al hilo de la aceptación propia y ajena. Quizá por eso, Rebeca se fue y dejó sola a Vicky sobre el escenario.
 
Recordando la playa de Suances , nos tomamos unas pastillas contra el miedo, deshicimos los nudos que se forman con las preguntas que nunca tuvieron respuesta y nos preguntamos que pensaría Dylan de todo este surrealismo de cantautor.
 
Por un momento, hasta la mayor de las pesimistas dejó de hacer las cosas grandes y ver las cosas negras, al ver que nos quedábamos allí, a pesar de todo. Hubiera sido un buen momento para emborracharnos todas juntas, pero resistimos la tentación de empapar en alcohol nuestras malas rachas, y preferimos el efecto evocador de versionar al gran Bob, o de cantar una ranchera en el mismo tono agudo en el que una canta las penas cuando se cansa de llorar.
 
De haberlo sabido, es probable que Quique González se hubiera apuntado a esta fiesta que sus canciones han amenizado tantas noches. No sé, quizá entre las bondades pasadas no sólo hay que recordar lo que nos hizo daño, tal vez, había llegado el momento de emular a Macy Gray y decir adiós a los cambios, a los miedos y a los juegos que nunca condujeron a nada. Y empezar de cero, resucitar a Antonio, convertir la vida en una lucha de gigantes, sentir la fragilidad haciéndose de noche y ratificar que tanto los fantasmas como los monstruos son de papel y se pueden romper, o quemar, como los malos recuerdos, como los ritmos pausados que adormecen la alegría, o las letras que no riman, como es debido, con la actitud ante la vida que deberíamos tener.
 
Curiosamente, cuando nos vinimos arriba, el resto del público levantó la voz, para aplastar el miedo a perder, y reclamar un punto de futuro inspirado en un tugurio pacense en el que Gastelo pensó más en el qué Será, que en lo que fue;

Y así, pensando en con quién nos gustaría despertarnos, volvimos al calor de los treinta y pico grados del exterior, pensando un argumento alegre que nos ayudara a soñar con platos de pescado  con vistas al mar, la luna reflejada en las lentejuelas, una canción compuesta en un hotel algo menos horrible que de Badajoz y de postre helado de utopía viendo como arden en una hoguera los recuerdos, los acordes y los pijamas de felpa;

Os recordamos que en la siguiente parada de historias del Alicante autor nos espera Pol, sin 3.14;

Publicado en: Alicante Live, Crónicas, Música ALC, Sin categoría Etiquetado como: Crónicas de conciertos



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Comentarios

  1. Anónimo dice

    18/05/2015 a las 08:56

    Si que teneis sensibilidad si. he visto unos cuantos conciertos de estas dos divas y nadie lo había descrito nunca mejor.
    lucia

    Responder

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