El éxito es algo relativo. Tendemos a medirlo con el respaldo de la gente, su trascendencia en redes sociales, su repercusión económica… de ahí que sea mucho «más fácil» complacer a una mayoría aborregada, que implicarse en dar voz a la cultura de base, a los artistas con más necesidad de difusión o a educar a un público ávido de criterios alejados de lo que nos venden determinadas radiofórmulas, bloggers o empresas con tanto dinero como intereses comerciales. Eso es justamente lo contrario a los que el MFestival ha representado.
Porque en la ciudad de la impaciencia, además, tenemos el «factor prisa» como detonante que, normalmente, no ayuda a que la cantidad de adeptos de lo minoritario crezca. Por no hablar de los medios económicos, de la falta de chovinismo (y amor por lo alicantino) y otras dificultades históricas de las que hemos hablamos más de un millón de veces.
Y así es como iniciativas como el MFestival o el Plataforma acaban siendo el sumun del riesgo. Por un lado, porque tienen una dosis de realismo extrema, que otras grandes apuestas a corto plazo no siempre tuvieron. A estas alturas de la película sería estúpido pretender llenar las cuatrocientas y pico butacas del Aula de Cultura, o ansiar que en 7 «pases», el público disperso de esta ciudad adquiera una costumbre tan simple como salir de casa los jueves. De ahí que el éxito, en este caso, sea un concepto algo más modesto, como que, en siete semanas haya crecido paulatinamente el número de visitantes, como que, por fin, haya habido una plataforma de exposición del ingenio musical alicantino, o que ese talento, haya tenido la posibilidad de enfrentarse a unas situaciones de profesionalidad y de espacio no demasiado comunes por estos lares.
Hoy puedo decir, que he utilizado el MFestival, para entrevistar a 13 bandas Made In Alicante que se han sincerado conmigo, hablando de sus trayectorias, de los problemas que se han encontrado en el camino o de como ven la ciudad (como artistas y como público). He vivido de primera mano, los entresijos de la organización del evento, he estrechado lazos con promotores, público, artistas… y me he dado cuenta de que hay un camino con mimbres suficientes para que la música de esta ciudad funcione. Más que nada, porque todos compartimos una misma ilusión y, queriendo o sin querer, hemos reconocido el problema a tratar: la precariedad.
Obviamente, la paciencia es la mayor de las virtudes que podemos tener para resolver este rompecabezas. Y además, necesitaremos tiempo, compromiso y la dedicación que durante tres meses nos ha convertido en una minoría que crece dentro de una ciudad vacía, que aunque aún no lo sepa, necesita a la cultura para desarrollar todos esos matices turísticos y comerciales que ahora se malvenden. La cultura es el empaque que los hilos sueltos de nuestra idiosincrasia por curtir necesita para adquirir la seriedad que hemos perdido con la corrupción, el orgullo paleto y la condición de «borracho y fino» que ha quedado tan anticuada como los cd´s.
Todos somos conscientes de los errores del pasado, de donde vivimos, de la crisis a la que hemos sobrevivido y de los pequeños cambios que hemos experimentado en estos dos últimos años. Pero hora ha llegado el momento de plasmarlos. La ilusión es el motor de esta carrera a largo plazo. Veremos si conseguimos que las asociaciones sigan cediendo espacios, que las instituciones se mojen, que los artistas entiendan la importancia de la pertenencia y la asociación, que las marcas inviertan en cultura de aquí y que el público aprenda a paladear los placeres autóctonos, en vez de menospreciarlos.
Nosotr@s, a pesar de las ofertas, hemos decidido quedarnos trabajando para que esto funcione ¿y vosotr@s?
Deja una respuesta