Una premisa platoniana me ha perseguido toda mi vida: «sólo sé que no se nada». Resulta que cuando crees que has dado en el clavo o que has encontrado una fórmula perfecta, aparece una nueva pregunta que cuestiona gran parte de tus convicciones y te obliga a volver a encontrar una nueva respuesta. Quizá éso sea el periodismo, el arte de clavar respuestas, el don de elegir preguntas, o la capacidad de contar la vida de la manera más objetiva y creíble.
Para un estudiante de los tiempos de la titulitis, la Universidad se limitaba a las notas, los aprobados, la maduración de los supuestos que habías aprendido, y la matización del descaro de la post-adolescencia.
Entonces todo se basaba en la teoría. Clases interminables de ególatras hablando a pardillos de veinte años y cuatro o cinco profesores con vocación que removían todos los supuestos, las creencias, y la insensatez que habías macerado en tus tiempos de ignorancia.
Hoy el mundo es diferente, aunque los jovenzuelos lo sigan viendo igual. Ya no sólo por los móviles, sino porque la educación va más allá de una nota mediocre, o un pasaje previo a la vida profesional. Quizá por éso, me hizo especial ilusión que la Escuela de Rock de la UMH me invitara a las III Jornadas de Periodismo y Rock que se celebraron el pasado jueves.
Primero, por la posibilidad de mezclarme, hablar y escuchar a alumnos de otra generación.Y luego por poder compartir mesa, y conversación, con gente que tiene una vida similar a la mía, personas con la que comparto gustos, precariedad, insensatez y vocación musical.
Más allá de informar, esta inestable profesión tiene cosas buenas, como vivir antes que nadie los cambios, conocer gente nueva cada día y, sobre todo, aprender cosas interesantes en cada momento. No es una ocupación que te vaya a hacer millonario y, seguramente, nunca te dará el reconocimiento público que mereces, pero es gratificante poder contar lo que pasa y vivir la vida desde el prisma que da estar sometido eternamente a la inestabilidad.
Ya me hubiera gustado, en mis tiempos, poder haber tenido la posibilidad de escuchar la realidad de un redactor de Mondo Sonoro, el Ukelele, Hipersónica o El diario Información, el mánager de Kokoshca, el que organiza el Marearock o al tío que toca el bajo en Los Punsetes. Por no hablar de las peceras de la Radio, las cámaras y los ordenadores, incluso la escuela de Rock que hoy en día tienen a su disposición los alumnos.
Espero que todos esos «lujos» ayuden a que el aprendizaje les lleve a sitios mejores y que sus condiciones sean menos precarias que el sufrimiento actual de la profesión. Imagino que el fin de esta charla era precisamente ése, aportar una dosis de realidad a lo que los ahora estudiantes se van a encontrar en un futuro no muy lejano.
Espero que todos sigan estudiando después de escucharnos…
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