Podríamos hacernos los guays y deciros que somos muy fan´s de Nathan Amudson, haceros un repaso de toda su carrera, toda la gente con la que ha tocado, hablar de que todo talento tiene su parte de locura, o citar a Daniel Johnston, pero lo del domingo fue una auténtica vergüenza, posiblemente la mayor castaña que hayamos visto desde que llegamos a Alicante.
No sabemos de que guindo se ha caído este ceporro, pero parecía tener una seria perturbación mental. Se les notaba a la legua la poca profesionalidad, de hecho juraríamos que no habían ensayado, porque todas las canciones (si se les puede llamar así) empezaban con el mismo soniquete: el batería buscando el ritmo y el tipo con cara de psycokiller mandando como si hubiera interiorizado la gilipollez relamida del profesor protagonista de Whiplash.
Tocaron 40minutos, de los que la mitad fueron fallos, y la otra mitad afinaciones interminables de guitarra. Diríamos que canciones como tal, tocaron una, y porque al bajista le dio por pisar un pedal de efectos para arreglar un bucle cerrado de dos acordes que no iban a ningún lado. Y ya cuando veías al pseudocantante hacer poses de fallera saludando con la mano en alto, después de cada acorde, te daban ganas de tirarle a la cabeza lo que más a mano tuvieras.
Vamos, una vergüenza, digna de hoja de reclamaciones. Hasta el punto de que más de uno se hubiera quedado esperándole en la puerta para cantarle las cuarenta. Pero bueno, por suerte para este arrogante sin escrúpulos, era domingo y no nos apetecía comprobar si entre sus perturbaciones estaba la de llevar el rifle de su padre escondido en alguna funda de guitarra.
Esperamos que el concierto de Calvin Johnson el sábado al mediodía en la ermita de Santa Cruz se parezca más al de The psychophonic mexican que a esta auténtica ceporrada.
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