Santi Campos y 2 amigos (in)visibles
- Día: 20 de enero, viernes
- Lugar: Sala Euterpe (Sant Joan).
- Texto: Jon López.
La rehabilitación social exige un tiempo y es mejor arrancarla con evocaciones a tiempos mejores, en sitios que aseguran diversión, como la Sala Euterpe y, obviamente, si se puede, con buena compañía. «Llega la noche y respiras hondo» el ruido de fondo es el mismo de antes y no hemos perdido la torpeza, aunque hoy no haya piano, ni tantos «cojones« como la última vez.
No sé bien como dos guipuzcoanos han acabado la noche de la Tamborrada, en San Juan viendo a Santi Campos. Pero entenderéis que siendo padres primerizos los dos, no tenemos tiempo para porqués.
Como un hielo en el sol, algo impuntual y con la pose de siempre el foco de la apertura iluminó un escenario que empieza a oler a mítico. Santi Campos, esta vez con amigos (no) imaginarios repitió escena por tercera vez. Con amplis de sala, guitarra eléctrica, familia, Naia con su móvil, unas copas on ther rocks y amigas.
La sala está casi llena, con mesas, pocos huecos en la barra y al fondo y gente con ganas de música.
Santi está nervioso. Se le nota, aunque disimule. No es lo mismo hacer chistes, que pensar si esos chistes le hacen gracia a tu madre, a tu tío o a tu sobrina. Pero se adapta, lo esconde entre guitarrazos y sonrisas cómplices a David Bueno (al bajo) y Guillem Jovaní (a los ritmos). «Fotos de familia» es el filo del cambio de tercio. Hoy Enyd Blyton no ha venido, pero sí hay hueco para principiantes, Malconsejo, la atascada Barcelona, los cobardes y hombres cometas.
Empiezan a aflorar las canas de la experiencia y esa acumulación que cuando limitan tu repertorio a una hora y pico, deja fuera decenas de canciones. Habrá otra ocasión, y al que le joda, que maldiga para dentro, por lo que puedan imitar… o tomarse un trago más largo de cerveza que pega más, ya no sé si por vejez o por falta de costumbre.
Se me ha hecho corto, otra vez. Me he quedado con ganas de más. No sólo de concierto, de conversación, de Euterpe, de cerveza… Mi realidad, se parece bastante al cuento de Las mil y una noches, ese que el cuento queda sin acabar, hasta la siguiente aventura, que se enlazará con otra, y otra, y otra… así hasta que te das cuenta que la música es algo más que un hilo conductor.
Eso hace que valores más cada noche, cada concierto, cada artista que protagoniza la escena, los cuidados recibidos, la compañía, las letras, el cómo, la cerveza… y todo ello representa, en si, todo el ecosistema en el que me muevo. Las Letras de Santi Campos resumen una parte. Su música rellena algunos huecos y las experiencias que uno acumula viéndole en directo hacen todo lo demás. Quizá no me explique tan bien como me gustaría, o estés acostumbrado a una foto, o a un vídeo que te digan más. El caso es que las crónicas de hoy, sólo son evidencias de un presente que ya es pasado. Y en ese cambio de definición forman parte de la espera que te vuelve a juntar con Santi, o con otra persona a la que admires. Sí, tiene una parte de egoísmo. Otra de incitación dedicada a ti que no estuviste y otra de comunión con quién sí estuvo y lee esto para recrearse en los detalles que la rutina te hace olvidar.
En eso consiste. Y conseguir esa asociación en apenas dos horas hace que Santi Campos sea un grande.
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