La modernidad manda y, como en las empresas de hoy, en Alicante, la solución a la crisis viene de la creación de comisiones que trabajan temas determinados (el comercio, la economía, el turismo… ) la pregunta es: ¿quién tiene más criterio un comerciante o un consumidor? ¿una concejala de Turismo, un guía que recorre 20 veces al día la ciudad o un turista? ¿Un viandante, un conductor de autobuses o uno que a veces va en coche, otras andando y otras en bici?
Si hubiera ganas reales de trabajar, la lógica invitaría a pensar que 600.000 ojos ven más cosas que 600. Por lo que no se entendería una discusión de tal magnitud sin esa participación ciudadana a la que todo el mundo alude y a la que nadie recurre.
Por poner un ejemplo gráfico, la subcomisión económica de innovación y recuperación del empleo, se plantea el reto de realizar 20 propuestas para reactivar la ciudad. Han tenido a bien invitar a Cáritas, pero si esas 20 medidas las discuten 20 entes (en una ciudad que tiene, por poner otro ejemplo, más de 100 asociaciones culturales) creéis que ¿las conclusiones de un abogado, o un empresario, tendrán algo que ver con lo que un comercio de barrio, que no está presente, o un artista, o un decorador de fachadas, o un militeante de Green Peace puede necesitar?.
¿No creéis que tendría más sentido una encuesta pública y que luego, vale, esos 20, 30 o 50 expertos sacaran sus conclusiones en torno a esas miles de opiniones? Pues he ahí la diferencia entre hablar de empatía, como hizo el Alcalde en el discurso de ayer, y tenerla. O tener en cuenta la realidad, no de un prototipo concreto e irreal del alicantino, en lugar de una serie de ciudadanos de diferentes estatus, edades y pensamientos.
Sin poner en duda las capacidades de los eruditos invitados, parece que, una vez más la balanza subjetiva dirimirá: en qué se hacen las inversiones y en qué no se gastan esos 25 millones anuales. A lo que sumado el lógico margen de error de toda decisión (por muy consensuada que esté), terminará por continuar con el enriquecimiento de determinadas personas, o en este caso, barrios, y el distanciamiento de éstos con otros que ya de por si, parten en desventaja y, en general, no están representados en estas reuniones.
Barcala hablaba ayer de consensos, pero no se parte del más importante, que no es otro que ¿qué ciudad queremos? Porque más allá de utopías, este podría ser un buen momento para dar un giro de 180º a la realidad y al modelo económico fracasado de esta ciudad.
Tirando para casa, no es lógico que el Concejal de Cultura no esté en las comisiones de Turismo, o en la de Economía, o en la de Comercio. Porque, a lo mejor, el vínculo de unión de la nueva Alicante, podría ser la Cultura, o la Gastronomía, o la sostenibilidad, o el desarrollo de una imagen urbana más compacta con más espacios verdes y menos fea.
Opciones hay muchas, pero como decía Einstein «No pretendamos que las cosas cambien si siempre hacemos lo mismo«, o siempre deciden los mismo, o siempre se quedan fuera los mismos… y para una vez que hay un debate abierto tan interesante, da la sensación de que volvemos a caer en la repetición de errores del pasado.
Yo no me considero un experto, pero he participado en alguna y sé de qué hablo. De ellas aprendí la importancia de moverse mucho, y más aquí, que puedes encontrar un montón de Alicantes distintos dentro de la misma ciudad. En mi modesta opinión, seríamos mejores y más fuertes, si todas, o el mayor número posible de, esas realidades tuvieran cabida en el boceto de ese futuro que pretenden dibujar. A veces, es más importante discutir sobre filosofía, cómos y porqués, que decidir en qué gastarse una cantidad determinada de dinero. El problema es que para éso hay que aparcar los intereses particulares y pensar en los comunes. Y eso en esta sociedad de influencias, votos y egoístas es demasiado complicado… pero no imposible.
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