El arte de narrar exige un desarrollo especial de la imaginación. Inevitable para no repetirse…
Del concierto de Tuya y Monserrat del jueves, en el Söda, os podría hablar por enésima vez de lo que te pierdes no estando. Pero, si te parece bien, hoy, voy a intentar hacerlo de forma distópica, con algo que muchas veces he pensado cuando he ido a un concierto en Alicante, y que hasta hoy no había escrito nunca: Lo importante que es nacer en el lugar que debes.
¿Por qué digo ésto? porque llama la atención que de entre los 15-20 presentes, hubiera tantos deseos incumplidos de lo que a cada uno nos gustaría que fuera Alicante. A mi me encantaría habitar un lugar menos superficial que me diera lecciones diarias de las partes del arte que no entiendo (que son muchas). A Patri, creo, le gustaría tener al menos 50 o 60 clientes que entendieran que su bar no es un puto antro de tardeo, y que monta saraos para saciar inquietudes distintas que, igual, deberían ser más propositivas.
Creo que a mi compañero de cervezas le encantaría que este fuera un sitio donde estas cosas pasaran más a menudo, que Wilco no fuera una excepción, que el concepto de bar estuviera hilado con este tipo de visitas ilustres, independientes, con algo más que una copia barata que ofrecer al personal…
Monserrat, Javier, sería un ídolo minoritario en el Donosti postnoventero dónde yo crecí. A David T Ginzo le encantaría no tener que idealizar su particular ruta de salas nacionales, y no sé si hubiera sido más feliz en la parte industrial de Berlín, o en la parte más oscura de Londres.
Del resto de anónimos… a los otros dos integrantes de Monserrat, imagino que les gustaría poder tener un sitio apto para la improvisación, donde cruzarse los cables en todos los sentidos, y dar volumen a las cosas, sin pensar en vecinos, ni en lo que piensen de ello los ignorantes. Hay bloggeros que merecerían un poco más de reconocimiento, bailarinas que parecen añorar parejas, tríos o grupos un poco más afines, catadores de la parte diferente de una noche de jueves, camareras ávidas de conversaciones más profundas…
Bueno, pues un poco de cada parte imaginada de esta Alicante, se produce cuando la puerta de un concierto se cierra y los 15 compartimos una visión exclusiva del momento. Como todo banco de pruebas, requiere errores, aciertos, desahogos, proyectos que funcionan, cosas chulas que mueren por falta de público, intercambios, cartas abiertas sin remite…
Creo que en estos casos, lo que allí vives, no forma parte de Alicante. Es otra cosa. Habría que inventarle un nombre como el Macondo de García Márquez o La Vetusta de la Regenta. Es como si la ciudad de la luz, se quedara a oscuras y todo el déficit social y moral de fuera quedara en standby. Aquí hay paciencia para respetar los tiempos, entender que falle un cable o gestionar una digestión psicodélica de los temas viejos de Monserrat.
Sin batería, ni cuatro cuerdas, salvando las distancias, fue como ese paso místico que los Beatles experimentaron cuando a George Harrison le dio por irse a la India y sintió más vínculo con Ravi Shankar que con Paul McCartney. Me imagino a esos fans mainstream de entonces interiorizando el Sgt Pepper´s Lonely Hearts Club Band. En tres palabras «¡What the fuck!».
Fuera no se entendería, pero en la sala hay suficiente psicodelia acumulada, para entender que sin Miren Iza «la ventana» es otra cosa, igual que con pedaleras y voces con efectos lo que entendías por Monserrat, varía. Para mí, incluso mejora. Quizá porque sea jueves, y porque mi interior tiene demasiados hilos sueltos que requieren esta fusión de sensaciones y sonidos. Falta pulir cosas, pero mola plantearse intentarlo. Reinterpretarlo. Asumir que los tiempos cambian. Y tu vida, también.
Eso, y la fortuna que supone ser los primeros que lo ven. Y lo escuchan.
Para el segundo plato, o el principal, voy a robarle la síntesis a Nacho García: «Tuya, el talento y esas cosas que hace él, que están muy lejos de los seres humanos medios». Es flipante como alguien puede juntar en una mesa tantas formas de música. Es curioso que con ese carácter tan astur que gasta, le haya dado por montar este tipo de fiestas, que en foto puede parecer más digno de un dj con karaoke. Pero en directo, flipas con la meticulosidad de cada efecto, con la parte terapéutica de los gritos, con la sinceridad de aborrecer lo manido y querer mostrar lo que acaba de salir del horno.
El concierto fue como un interruptor que enciende y apaga la música en los momentos indicados. Y aunque como en mí, la expresividad facial no sea el fuerte de David T Ginzo, se le notaba a gusto, como si la hora y pico se le hubiera quedado corta, como si le hubiese gustado tocar más veces el «proxy», o pincharlo, después, para comentarlo con los presentes antes de volver a representarlo en Valencia al día siguiente.
Quizá nos equivoquemos al pensar que los momentos adrenalínicos se sueltan con pabellones llenos, cuando el gusto real es ver la cara y los bailes de gente a la que no conoces, pero puedes interpretar desde las alturas. Porque son pocos. Y no están allí por el postureo medio de uno de esos festivales en los que Tuya ha sonado en otros formatos.
Más o menos, y sin distopías, esta es la parte de la ciudad que si no a todas las presentes, sí a casi todas, nos gustaría tener. No sé si al Söda le compensa esto, pero a los huérfanos de alternatividad nos sienta genial que los jueves se parezcan a esto. No va a ser un best seller tipo «1984», «tejer la oscuridad» o «Fahrenheit 451», pero es nuestra lenta escritura de la distracción en Tenebrum, la parte oscura y antónima de Lucentum. Igual sí que nacimos donde debíamos.
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