Hubo un tiempo en el que íbamos a los festivales a ver música. Sí, todo era una cuestión de tener dinero suficiente para pasar un par de noches fuera de casa y un mínimo de gusto para saber en que escenario quedarte cuando coincidían varios grpos a la vez.
Buscábamos sorpresas, descubrir nuevas bandas, huir de la rutina con una versión moderna de la sucesión de las noches de rock en una sala más barata, más multitudinaria y, porque no decirlo, más divertido.
Y sí, a veces ligabas, porque había un factor llamado «gusto coincidente», que unido a un buen fondo de historia y algo de alcohol hacía que las probabilidades de conocer a la mujer de tu vida con una corona de flores botando en un concierto de tu grupo favorito tenía su aquel.
Hoy muchas cosas han cambiado. Ni la música ni la gente que te encuentras allí se parece a la de antes. Sí, ahí está el mainstream, los grabadores con móvil profesionales y esas cosas modernas que los que vamos cumpliendo años no entendemos muy bien. Cuestión de adaptación.
Pero el acabose llega con Tinder y su Modo Festival. En el fondo no es más que la ratificación de que un alto porcentaje de festivaleros piensan más en el Postureo que en la música, o dicho de otra manera, priman ligar o emborracharse a ver el concierto, con lo molesto que es que se pongan al lado tuyo a grabar audios, a grabar vídeos y, a partir de ahora, gracias a la gran idea de AEG Worldwide y Live Nation.
De momento, es una idea que van a poner en práctica en Estados Unidos, pero con esto de la globalización, es cuestión de tiempo de que la gran idea se instaure en el Low, el Spring, el Montgorock o… vaya usted a saber.
La excusa de Tinder es que la actividad de la App aumenta ostensiblemente durante los festivales. Así que nada. Algún día iremos a un festival y no habrá música. Se ve venir: móviles, mal gusto, postureo y ligoteo ¿quién necesita conciertos?
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