Ser responsable es asumir que, durante un tiempo, nos toca estar sin muchas de las cosas que llenan nuestros vacíos existenciales. Toca motivarse con alicientes caseros como leer, escribir, dormir, ver series…
La suerte es que este (auto)confinamiento, sí que nos permite salir de casa. No hay bares abiertos y no podemos traspasar las fronteras de nuestros pueblos y ciudades. Lo que nos deja la opción de hacer turismo por los barrios que no solemos pisar, subir montes que, seguramente, no visitamos desde que éramos enanos, o pararnos a contemplar cosas que pasan desapercibidas cuando tenemos demasiada prisa o vamos borrachos.
Eso, quizá, despierta nuestra imaginación. Y más viendo que muchos de los paseantes andan ensimismados, hablando «solos» o perdidos en una de las canciones que suenan por sus auriculares.
A todo esto, sigue habiendo cientos de artistas muertos de hambre, técnicos que se van a olvidar de sonorizar actuaciones, medios, como este, que no tiene eventos que ofrecer a sus lectores y programadores que navegan en la más absoluta de las incertidumbres.
Ahí, en ese divagar de cosas que incentivan el funcionamiento de la imaginación, nos preguntamos, como a los señores concejales de cultura, turismo o comercio, no se les ocurre gastarse un poco de pasta en alegrarnos el paseo.
Imaginamos que hay mucha restricción, permiso y medida de seguridad que «trabajar», pero para qué engañarnos, la mayoría de esos artistas con el frigorífico vacío, son minoritarios, y en la provincia de Alicante hay miles de plazas, playas y espacios en los que con un par de vallas y un par de agentes poniendo orden, pueden llevarse a cabo, conciertos, espectáculos de circo, performances, murales o talleres que amenizarían nuestros paseos de fin de semana, ayudando, de paso, a todos los que nos morimos de hambre por falta de trabajo. Que no de ganas de trabajar.
Ahí queda nuestra propuesta abierta a estudio. Soñar es libre y el mundo de la cultura agradecería un poco de atención tal como está la cosa.
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