Un pueblo es… inevitable retrotraerse a María Ostiz:
«Con una frase no se gana un pueblo
Ni con un disfrazarse de poeta A un pueblo hay que ganarlo con respeto Un pueblo es algo más que una maleta Perdida en la estación del tiempo Esperando sin dueño a que amanezca»Alicante es un compendio de minorías, a las que hoy, por cuestiones obvias, me voy a referir como pueblos. Posiblemente, ninguna tenga su idiosincrasia propia, porque los matices confunden ideologías, formas de vestir, modas… y tampoco hay espacios concretos que congreguen, normalmente, a todas esas tribus dispersas.
El pasado sábado, hubo una pequeña excepción. Tuvimos un lugar común: Las Cigarreras. Un respeto exportable al resto del año entre comunistas, Mods, rockabillys y otras cabilas sin hilo conductor. Muchos compartían también resaca de Funtastic. Predominaba el negro, eso sí. Y también se agradecían las ganas de descubrir, la participación y cierta regeneración evolutiva visible, más que nada, en la parte exterior del sarao.
El escenario, los secundarios, tacos, cerveza o vermú a elegir, una mesa de mezclas abierta a los osados, y a las osadas, bailes que no requieren ensayo y un cartel bien perfilado como punto real de encuentro. O lo que es lo mismo: LA PLAZA del pueblo.
El afán inquebrantable por la música, aún es palpable. Incluso con la división innecesaria que llevó a una parte del público objetivo al concierto matutino de Le Grand Miércoles y Tito Ramírez en el Castillo. Jode perderse ese espectáculo, o tener que elegir. Y lo mismo deberían decir los que se quedaron sin dosis de Llobarros al sol. Los de Benimaclet hicieron gala de su habitual sentido del humor musicado y sin apenas letra. El texto corrió a cargo de los improvisados bailarines, del cortejo al Golliat, el corro de las patatas, los veranos sesenteros que no vivimos y un repaso por la exótica trayectoria de este trío de elegantes músicos valenciano parlantes que demostraron que puestos a hacer covers, hay vida más allá del puto pop nacional de los 80.
Como el ambiente familiar seguía repartido, cada uno se organizó a su manera la comida. Pero los que fuimos solos, tuvimos la ocasión de regocijarnos con unas cuantas conversaciones necesarias para que el pueblo de pueblos siga un poco mejor avenido.
El número de ilustres se fue multiplicando con el segundo show. El primero de una terna vespertina que empapó más de un calzoncillo. El retraso importó poquito, porque la calidad fue indudable. El evidente trabajo de «rebusque» de la organización nos regaló mucho más que un concierto. The Five Cannons nos llevaron a partes inexploradas de esos tiempos mejores que los nostálgicos siempre quisimos vivir. Fue una clase magistral de buen gusto, con guiños a Celentano, Paul Anka, el boogaloo, el R&B, la parte más rockera de los «melódicos» de los 60… vamos, lo que se dice una digestión perfecta, con la parte engominada del Pueblo marcando el paso al resto de tribus.
El segundo networking con cerveza, tuvo un toque un poco más intenso. Algunos hasta nos tocamos y nos abrazamos soltando los restos de adrenalina del primer show, para dejar hueco al segundo: el de Ian Kay.
El francés afincado en Barcelona, seguramente, nos engañó con eso de que no habían ensayado con el particular pueblo vaciado que había improvisado en el escenario para presentar en sociedad su «Walk that road again». Un outfit impecable impedía ver la diferencia de nervios y arrogancia que muchas veces confunde al respetable. Al pueblo eso se la suda tres cojones. Porque esto del rock, requiere un buen chispazo de esa irreverencia que, por lo que leí por ahí, el sr Kay heredó de sus progenitores.
Seguramente, pocos fueron exclusivamente a verle a él. Pero me da que ninguno de los que pasaron por la Caja Negra quedó indiferente ante tal exposición de talento. Tanto en la representación sobre las tablas, como en la mezcla de estilos bastante menos acotada que la de los Llobarros y los Five Cannons. Aquí el Delorean, rozó los 70, una parte del power pop británico de los 90, alguna pincelada de esas cosas que solo los australianos (supuestamente) saben hacer bien y lo más importante, el feedback que hizo que la balanza se decantara hacia ese rupturismo que tanto se echa de menos por estos lares (y no me refiero sólo a la música).
El Kay, tiene unos cuantos nuevos fans en la ciudad de la luz, entre los que me incluyo. Incluso con la evidente falta de refrigerio que tantas veces desvirtúa la magia del interior del Centro Cultural.
Así que hubo cola en el baño para el segundo concurso de meadas aguantadas, ,y esta vez el señor Tinajo y el ingeniero agrónomo que ha montado el huerto del cole de mi hija, metido a dj, amenizaron la espera para la tercera parada: Dani Nel-lo y los saxofonistas salvajes.
Si se trataba de reivindicar el saxo como parte fundamental del rock, el objetivo se cumplió con creces. La ley seca y el aire de los años 20 que llenó, ahora sí, la Caja Negra, , dieron un punto de fiesta alternativa al guateque. No hay pueblo que se precie, que no tenga una buena orquesta en sus fiestas, e imagino que para eso vino este tipo habitual en otras verbenas amenizadas por los Mambo Jambo, The Tonics o Rambalaya. Por algo es uno de los grandes precursores de los vientos en el R&b patrio y, de ahí, también, el dolor de cadera y peroné que nos deja el cabrón cada vez que viene.
Aquí, en el pueblo grande en el que vivimos, muchos dicen hacer jazz. Pero a la mayoría les falta esta parte de aceleración frenética que pone a prueba tu patata. No creo que haya mejor epílogo para este principio del resto de la noche, en esta fantasía de un día que tuvo el poder de unir a las personas más allá de sus diferencias a través del placer que solo la música en directo puede regalarte.
El censo puede variar. Y puedes estar más o menos de acuerdo con mi apreciación, pero en la comunión de los pueblos diversos que conforman Alicante, está la vida (larga espero) de esta bendita locura llamada PUEBLO, con la que yo, al menos, y más allá de mis filias y mis fobias, me identifico. Como todos, y todas, las que con contacto o sin él, me abrazaron antes, durante y después de entender lo necesario que es que esto y lo bien que te sientes después de vivirlo.
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