GRAN ANGULAR + SIENNA
- 11 de noviembre, sábado
- Lugar: Castillo de Santa Bárbara (Alicante)
- Ciclo CONCIERTOS EN EL BALUARTE.
No todas las familias comparten sangre. Y no hace falta que el día esté marcado en rojo, para celebrar cosas. Incluso cuando dudas si este último espectáculo del ciclo CONCIERTOS EN EL BALUARTE, lo sucederá un punto final, un punto y aparte, puntos suspensivos o un debate necesario sobre lo que el Castillo de Santa Bárbara debería suponer en el día a día de los alicantinos, que no sé bien si coincide con lo que Esatur y el Ayuntamiento le tienen reservado…
6 citas y la cantidad de gente congregada (que por mucho que digan supera con creces lo que pasa por allí un sábado normal) deberían ser suficientes argumentos para tildar de éxito la propuesta de Producciones Baltimore. Y eso que ni el ascensor ha estado a la altura, ni la frecuencia de los buses ha sido óptima, ni ha habido basuras suficientes, ni se ha aprovechado la tesitura para concienciar, vender Alicante (su patrimonio y su historia) y otras cosas que el «centro neurálgico» del turismo de la Costa Blanca, teóricamente, debería tener más presente.
Pero bueno, como es una constante, los alicantinos hemos aprendido a adaptarnos a las situaciones. Los taxistas lo han agradecido y hemos demostrado que aunque a nosotros no nos paguen, ni nos hagan concesiones, nos quedan mejor los disfraces de guías y de embajadores, que a los que malvenden nuestra imagen por el mundo cobrando dietas y autoadjudicándose contratos y roles que no merecen.
Además, el cierre, hasta el momento, del mañaneo en las alturas, corrió a cargo de Gran Angular. Una banda especial para la gente autóctona que empieza a peinar canas. En la idiosincrasia oriunda se echa de menos cierto apego desligado del acumule de vasos reutilizables. Pero esta vez, me da la sensación de que los abrazos tenían un sentido mucho más especial, que el contacto circunstancial de un tardeo sabatino cualquiera.
No es que hayan sonado lo que deberían, pero para algunos «¿libres?», «mi lugar», «magnetismo» o «plan de evacuación» tienen un hueco especial reservado en las escuchas puntuales, o en los momentos con las que las relacionamos. Al alicantino le cuesta poner en plural la primera persona. Por eso, resulta especial que la música consiga lo que lo que deberían ser apegos obvios no pueden.
Imagino que cuesta sentir orgullo por la gente, cuando en conjunto la sociedad de aquí está repleta de enfados acumulados del pasado, nostalgias y polarizaciones que impiden que disfrutemos la parte buena que también tenemos. Por eso, cuando ese pedacito se convierte en bailes, coros, alguna lágrima y disfrute, el gusto es, si cabe, mayor.
El ahora quinteto, ha perdido ese punto de perfección ensayada que clavaba ritmos, principios y finales. Pero a estas alturas, todos hemos aprendido que hay cosas inesperadas que convierten los ensayos en experimentos exitosos y fallidos, que te obligan a improvisar, a subir el volumen (incluso gritar) y a afianzar algunas partes que en otros ratos, por exceso, pasaban desapercibidas.
El momento y las circunstancias, transforman esa canción que puedes haber escuchado mil veces. Porque aunque las palabras no cambien de significado, el significante de la estrofa adquiere un doble sentido. Y aun manido, se disfruta más. O así al menos, lo viví, y lo interpreté yo desde el muro.
El intermedio no tiene cabida, habitualmente, en las crónicas. Pero esta vez, la mezcla de euforia y la incertidumbre, se repitió en los saludos, los abrazos, los brindis y las conversaciones que fluían en la parte con sombra del Baluarte.
Ni el principio del concierto de Sienna interrumpió esa armonía repentina. Ese buen rollo que tantas veces brilla por su ausencia.
¿Sabes esa sonrisa que hace que todo te sepa mejor y te suene especial? Pues así empezó el personal el segundo concierto, con cierto soroche, ganas de bailar bajo el sol, como si esto hubiera sido un festival de seis días seguidos y aunque te duelan los pies, cedes los restos que te quedan en el «clímax final».
Da igual que se corte el sonido, de repente, que haya que hacer cola para refrigerarse… Álex, el cantante, evocó a un Live The Roof, nos retrotraímos a un Low de hace un lustro, a algún capítulo en los que Sienna era aquí quién caldeaba el ambiente para bandas, en teoría, más grandes… y seguimos pasándolo bien mientras continuamos saludando gente, cantando estribillos, sumándonos a los botes generalizados.
No todas las familias comparten sangre, pero bailar juntos acerca a los clanes diversos de esta extraña ciudad, llena de insensatos, llamada a Alicante.
No sé como nos verían los niños que jugaban con la tablet, los jubilados, los guiris, las familias que dudo que supieran de qué iba todo esto o qué pintaba allí tanta gente. Pero creo que todos ellos, se llevaron una imagen mucho más fidedigna de Alicante, que la que venden los que se empeñan en relacionarnos con la parte más superflua de una playa, con la cantidad de días que no llueve, o con castillos que esconden historias presentes y pasadas que ningún guía puede, ni sabe, contar.
Esperemos que esta magia de sábado tenga continuidad. Alicante la necesita en muchos sentidos épicos e (in)mortales. Aunque luego, cuando bajamos la cuesta y llegamos a la Rambla, nos olvidemos de los apegos y los instantes que sin crónicas, quedarían ahí, olvidadas en primera persona… del singular.
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