Las noches de verano en el centro de Alicante suelen ser bastante aburridas: hace un calor terrible, las calles están llenas de guiris, cuesta encontrar un evento cultural apetecible y el ambiente, en general, es chabacano y ruidoso.
Viendo las programaciones estivales del Castillo y de la Concha de la Explanada dan ganas de escaparse y no volver hasta que el invierno vuelva, o hasta que en periodo electoral nos podamos echar unas risas viendo como visten esta ruina creciente de precariedad cultural.
Pero, al menos, nos queda una noche (en blanco) como acicate…
Con el Mubag cerrado, esta vez, el menú artístico ofrecía 7 opciones maridadas con música, visitas guiadas, performance, cuentacuentos, cine, talleres y conferencias. El personal estaba algo confundido, porque como pasa en estos casos, cada institución vende sólo sus ofertas y por mucho que el/la Community del Maca diga que la información estaba clarísima en la página del Consorcio de Museos, tuvimos más de 200 mensajes preguntando por una programación unificada que, obviamente, si la hubo, estaba bastante oculta (o complicada) para el ciudadano medio.
Como esta vez no había concierto de Los Antideslizantes optamos por aprovechar para ver «a deshoras» la exposición «365ALC_Retrat» de la Lonja del Pescado. Llegamos tarde a la visita guiada prevista, pero no importó, porque el segundo momento de las cuatro exposiciones que conforman el ciclo perenne de la sala A, tiene la vida propia de mezclar las diferentes perspectivas de más de 15 artistas en una misma sala.
El arte, para mí es una vía de escape. La paz de alejarse de la especialización musical y escénica de estos últimos 4 años. En un museo, simplemente veo, siento y me divierto. Allí la gente es distinta: más sotisficada, normalmente mayor y siempre hay alguien dispuesto a compartir contigo su visión de la escultura, una arruga artificial colgada o la sucesión de cuadros en la pared.
De ahí seguimos el reguero de velas, alternativo a la exposición de hogueras, cruzándonos con visitantes más bien veteranos y pasamos a la sala del concurso de fotografía para ver los trabajos de Adrián Ripoll, Toni Magro, Antonio Mingot… no sé porqué a mí siempre me ha tirado más la foto en blanco y negro, pero para gustos regalos, porque cada visitante podía llevarse su imagen favorita (hecha postal) a casa.
Tras el arte, el receso con cerveza gratuita tibia (como en los comics de Asterix) y un rato de Jazzteroid antes de cambiar de tercio.
Como el MUA nos quedaba lejos, nos fuimos paseando entre guiris al MACA, comentando lo conveniente que sería un cartel indicativo, personas disfrazadas o algo que incitara a los aburridos paseantes a participar en la fiesta nocturna… pero como la difusión en esta ciudad es una utopía, nos limitamos a disfrutar, que no es poco.
Llegamos al entorno del MACA, algo más desangelado que otros años. La calle Villavieja estaba engalanada pero esta vez la gente no respondió. Mi subconsciente maquiavélico pensó que un dj sigue sin poder competir con un concierto, pero imagino que la política de silenciar el barrio tiene estas consecuencias, que de tanto callar, a veces, parece que esté muerto.
Así que seguimos con nuestro itinerario: buscar el paraguas de Alberto Celdrán. Hacerse mayor tiene inconvenientes como perder las sensaciones derivadas de hacer pompas de jabón, no pensar en las consecuencias de tus actos, saltar en los charcos o ¿por qué no? reclamar un cuento antes de dormir.
Y eso fue lo que hicimos: mejorar la noche sacando a relucir nuestro disfraz de niñ@s, con uno de los talentos narrativos más infravalorados de la terreta. Contar historias es una manera de educar, un modo de mantener un legado o descubrir la forma de interpretar el mundo de seres de diferentes culturas.
Parece que los cuentos estén reservados para los más pequeños, pero no creo que fuera casualidad que la «visita guiada» del señor Celdrán fuera una de las más concurridas de la Noche en Blanco. La inocencia, a pesar de los intentos de la rutina, nunca muere. Y a medida que cumplo años más cuenta me doy de que sólo es feliz la gente con la capacidad de aparcar las matemáticas adultas con un contacto directo con la imaginación, que desaparece por falta de uso, pero siempre está presente para l@s que osan buscarla.
Alberto convirtió una noche de viernes en un paseo abstracto por Perú, México, Senegal, el Congo y Sant Joan. Tuviéramos la edad que tuviéramos fuimos por un rato tortugas soñando con frutales, murciélagos con alas de colores, extractos de sopa de ganso o parte de un recuerdo coloreado de fuxia, verde o amarillo, según gustos.
La noche en blanco puede ser una excepción en el calendario. O puede no tener que ser noche, ni blanca. Dicen las cifras oficiales que unas 2500 almas merodearon por las pinacotecas abiertas el viernes… yo me quedo con las sensaciones, esos calambres que sólo electrocutan tu mecanismo humano cuando vives de cerca la cultura, la expresividad, el hecho de compartir o juzgar un trabajo ajeno, que por una mirada, o un segundo: te pertenece.
Los museos son historia viva y cada vida es una historia que adornada con música, arte, narrativa o juegos resulta un pelín más divertida. Seguramente, los que fueron al Marq, al Mua, a la Casa Bardín o a Las Cigarreras se fueron a casa con la misma impresión que yo: Alicante merece cambiar sus rutinas y lo bueno es que alicientes sobran. Lástima que algun@s no se atrevan, o no se enteren por falta de difusión, de que más allá de un paseo, o un gintonic en una terraza hay una vida diferente esperándote en un escenario, en una pared colgando, o en un cuento que si no escuchas en ese momento, puede no volver a sonar igual.
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