Fue curioso lo de escuchar a Rosy Finch en acústico. Más o menos, tuve la misma sensación que cuando escuché el «about a girl» de Nirvana en la versión edulcorada de la MTV. El rebote fue monumental y me cagué en Courtney Love, los productores musicales o el gilipollas que hubiera tenido la «gran idea» de quitarle la distorsión a mi grupo favorito. Luego pasaron los años, y me di cuenta de que hay matices que no se pueden percibir cuando hay demasiado ruido en el ambiente, algo así como cuando no puedes oír la voz de Mireia porque cuatro gilipollas están alargando el tardeo y desvirtuando la fiesta de la música en directo.
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