La Playa es de todos, pero no es más tuya que mía. Por éso, tras el especial guarr@s de ciudad, hoy dedico mis iras a los manchaplayas de Alicante (y provincia).
Después de 4 años en la terreta, ya estoy curado de espanto en cuestiones de (in) civismo y egoísmo. He asumido que lo chavacano es mayoría y que el concepto «moderno» se ha asociado más al culto al cuerpo y a la música mataneuronas, que al hecho de buscar un mundo más sostenible o mirar más allá del cuello de tu camisa (con mangas reventadas por los músculos).
Lástima que no haya un gimnasio, de moda, para ejercitar el cerebro: leer sobre los problemas derivados del simple hecho de que entierres una colilla, una lata, un chicle o un cacho de papel albal bajo la arena y esas minucias que habría que vitaminar, tanto o más, que tus biceps, triceps, o estúpiceps.
La culpa la tienen Los Morancos, y su concepto de «día de playa» (made in Omaíta), que ha llenado los arenales del Levante de casas rodantes, con su cocina, su nevera, su techo con sombra, hilo musical, con mobiliario de Ikea incluido… que parcela los metros de arena, como si los especuladores de corbata, tuvieran su versión paleta en forma de señor con panza y bañador hortera, abuela en mecedora, nietos gritones, y chacha de casa con bañador del siglo XIX hecho con las cortinas de la cocina de Marge Simpson.
3 toldos equivalen a un patio. Y tres patios a una comunidad de Aquí no hay quien viva, con portero con cadena reluciente, niño gordito con game boy/tablet (o lo que usen ahora), socorrista desesperado y la versión moderna del salvaje Tarzán de los monos jugando a palas, haciendo castillos (donde tropiecen los paseantes) o jugando a ser Mark Lenders con su tiro del tigre a la cabeza del bañista relajado.
Las gradas son toallas, y en ellas se distingue a una mayoría de mascachicles, entretenidos con el espectáculo, y un reducto de norteños estupefactos ante un espectáculo bochornoso que deja por los suelos a ésta, nuestra comunidad.
Dicho ésto, asumiendo que tradiciones tan arraigadas, no se cambian de un día para otro, propongo un decálogo, de puntos mínimos a respetar. Si tuviera un par de cámaras a mi disposición haría un programa de tv de dos horas, denunciando trastadas playeras cada día de verano, pero como A Punt, todavía no emite, apunto los mínimos de convivencia:
1.El respeto al espacio.
Antes de colocar tu toalla, tu sombrilla, tu kit del buen bebedor y las cuatro sillas de bar, mira que entre tu «espacio vital» y la toalla de tu vecino haya, al menos, sitio para que 2 pies de adulto, puedan acceder a su «zona de tumbing»
2 El respeto al descanso.
Aunque no lo creas, hay gente que va a la playa a relajarse: a leer, a escuchar el mar, a pensar sobre el Tibet… y ¡sorpresa! no le gusta el maldito, y odioso, reggaeton. Tus conversaciones sobre lo putas que son tus amigas son muy interesantes, y estaría encantado de valorar con un cero patatero tu práctica de dj de taberna colombiana, Pero como la pereza playera me puede, te voy a dar un simple consejo: ¡Cómprate unos putos auriculares!
3. El respeto al sitio
Ésto es simple. Deja tu entorno tal cual te lo encuentres. Si tienes sitio para neveras, cervezas, bocadillos, el Hola, el Marca, el chocolate, el paquete de tabaco… deja un espacio para una bolsita para guardar la mierda que generas y deposítala en el interior de las cositas azules y amarillas (si es plástico) que hay en la zona en la que tardas media hora en limpiarte los pies.
4. El respeto al vecino.
Me llevaría una eternidad explicarte lo que es el civismo. Pero en la playa, se reduce a cumplir los puntos anteriores, y a no llenar de arena la toalla y los cuerpos de los yacimientos del siglo XXI que hay en el camino entre la orilla y tu toalla.
5. El respeto a la vista
En la playa, luce tu palmito. Pero, coño, una vez que pises el malecón, un respeto por las personas de pesadilla fácil. Hay cuerpos que acojonan más que un capítulo de Walking Dead, así que respeta mi derecho a ver belleza y evítanos el mal trago de ver tus lorzas y oler tu sudor mezclado con sal.
6. El respeto a las indicaciones de los socorristas.
Sé que el daltonismo y el sabelotodismo está extendido. Pero no distinguir el verde del rojo ha hecho que el Información y las Provincias tengan una sección veraniega especial dedicada a los ahogados: Es tu vida, pero vamos…
7 El respeto al buen gusto
Éste va dedicado a las autoridades, o a los que redactan los pliegos de las concesiones de los chiringuitos. ¡Un mínimo de decencia, por favor! De primeras, la música: respeto la asociación de playa con Reggae, fusión, chill out, jazz, música cubana (de calidad), incluso brasileña (bossa nova, pagoda, samba lenta…) de ahí a Jennifer López y Pitbull hay una frontera que no debería estar permitido franquear.
De segundo el volumen, igual que se limita la terraza, debería delimitarse las zonas a las que llega la música. De tercero: ¡buff! Entraría a hablar de lo que pienso de la Zumba, del tardeo en la arena y lo de emborracharse en la playa, pero no quiero otra batalla con los empresarios hosteleros.
8 El respeto a la integridad de mis pies.
Los domingos, es mejor no madrugar… porque no hay dios que plante una toalla en la arena sin clavarse un resto de cristal de botellón. Un ejemplo, que casi me cuesta la cara… el domingo, estaba tomándome un mojito en cierto chiringuito, y vinieron 4 ceporros con dos pareos, una cesta llena de comida, y una mininevera con cervezas. Al terminar, recogieron los pareos, la nevera y la cesta vacía y en la arena quedaron apiladas, colillas de porro, latas de cerveza, restos de comida y velas terminándose de apagar. Algo falla cuando te molestas en recoger tus bártulos y, teniendo bolsas y una basurera de paso, dejas éso para (pensando bien) coman las gaviotas. ¡Un poco de por favor!
9. El respeto al prójimo.
Al margen del ruido que generes, de la mierda que deberías recoger, y demás, hay un hecho que, después de 4 veranos de playa, no entiendo: ¿por qué sacudís las toallas dónde más gente hay? y más habiendo un pedazo de playa desierto, donde la arena vuelve a su sitio, y no a las pieles de tus vecinos circunstanciales.
10 El respeto a ti mismo
Si no lo haces por tu planeta, por la playa a la que vas todos los días, por tus hijos, o por los que te rodean, hazlo por ti mismo. El karma tiene un funcionamiento curioso, y últimamente, he visto casos en los que el «azar» castiga a los que incumplen estos mínimos de respeto de los que hoy me ha dado por escribir. Probad la satisfacción personal, degustad la sensación de actuar de manera civilizada y os aseguro que os sentiréis mucho mejor.
Sé que es tentador parecer un cerdo, de esos que se pasan el día comiendo bellotas, y retozando con el barro, pero os aseguro que ser persona, y vivir en el siglo XXI (no en el XVIII) es mejor.
Oscar Perez Zaldua dice
Aupa Jhon!!!!Que razón tienes, y que risas me he echado leyéndolo (por muy serio que sea el tema). Espero que todo te vaya muy bien. Soy Oskitar, El hermano de Miguel (Miranda de Ebro).Cuidate y un abrazo enorme…Solución: a tirar de vara como con los cochinillos de verdad,jajaja.
Abel dice
Hazte así que tienes un poquito de clasismo…
Gema dice
No os pongo cara, pero siempre estoy de acuerdo con lo que publicais?