- Si queréis saber la programación del ALACANT A ESCENA, podéis verla AQUÍ
Breve introducción al mundo de los incendios
La mierda de ser un medio de comunicación, de los «años 20», es que la literalidad supera a la ficción y una hipérbole mal utilizada (o mal interpretada) se tiene más en cuenta que lo que, realmente, debería importar. Seguramente, porque en ese desvío, que no cogemos, está la ironía de mirar al sitio en el que no están pasando las cosas que deberías estar mirando. Por eso, trabalenguas al margen, hay veces que encender «un fuego controlado» centra la atención de escaqueados, interesados, bomberos y apagafuegos.
El teatro de Alicante: precariedad y luz a mitad del camino
Igual que pasó el día anterior con Guillermo Heras y la Muestra de Teatro, más que lo dicho en la testimonial rueda de prensa, moló aparcar hachas de guerra fría con Roo Castillo o hablar de cosas «técnicas» con un técnico, de verdad, del Ayuntamiento.
Al «fan» del teatro al uso, le interesa que la evolución de la Antigua Mostra de teatro Amateur, siga su curso de «apoyar» a las producciones ideadas en la ciudad. Oficialmente, Alacant a Escena es la única, junto a la residencia José Estruch, que lleva a cabo el Ayuntamiento (cinco y cuatro ediciones respectivamente – Así que no han salido aún del parvulario).
Valorar si eso es suficiente, o no, es cosa de cuántos se paran a pensar, o a discutir, sobre la precariedad. Y cómo pones remedio a la misma cuando votas cada cuatro años, o decides entre ver superproducciones nacionales, o modestas aportaciones locales.
Igual si simplemente comparáramos números, dejaríamos de olvidar que Alicante es un «pueblo» de más de 350.000 habitantes, con un presupuesto en cultura de poco más de un millón de euros, lo que nos deja una inversión de menos de 4€ por cabeza, que comparado con otras ciudades «del estilo», incluso con poblaciones más pequeñas de nuestro entorno, nos deja «con la chorra al aire».
Yo sé que ni las compañías, ni los festivales escénicos, ni las asociaciones de profesionales del teatro, del circo o de la danza, ni los técnicos de cultura implicados, pueden decir lo que realmente piensan. Porque, la verdad, es que si algo falta en esta tierra es INDEPENDENCIA, o, más bien, AUTOSUFICIENCIA para definir con las palabras y los hechos adecuados, la realidad de lo que pasa en la vida cultural de Alicante.
Por eso, nos hace falta hablar más y juntarnos más. Al fin y al cabo, la supeditación a lo público es el lastre que nos hace aplaudir que se enlace el FITCA, con la Muestra, con las ayudas del IVC, el circuito sin difusión que montó la Dipu, Fresca!, el Abril en Danza, el Circarte, las programaciones del Principal y el Arniches…- ¡Joder!- Manresa tiene tiene razón y con el Alacant a Escena completamos el círculo para SER LA HOSTIA en lo referente a escénicas. Pero seríamos mejores si emergieran espacios privados, si las Marcas se subieran al carro o si supiéramos vender mejor lo que ya tenemos, mientras discutimos cómo mejoramos.
Seguramente, podríamos, y deberíamos venderlo como los políticos pretenden: como una foto, un acuerdo a medias, o un pozo de la abundancia insuficiente. Estaría bien, si no fuera porque, por ejemplo, a la hora de la verdad, pocos de esos grandes carteles incluyen nombres (o compañías) locales. No porque no haya talento, sino porque como dijo La Sogorb antes de volver a ensayar: la inyección de Alacant a Escena es de agradecer, pero profesionalmente, con eso «no tengo ni para empezar a plantearme la creación de una obra seria que costaría, al menos, el doble de lo que yo, quitando de un lado o el otro, acabo pudiéndome gastar».
De hecho, a mí me pasa lo mismo, me pagan poco, en parte, por ser positivo. Y los artistas lo son, porque comparado con los 6 o 7 años previos, esto parece mucho más de lo que es.
Objetivamente, por número de obras, calidad, premios, talento y necesidad, las artes escénicas de Alicante están en ebullición. Quizá en su punto álgido. El del estreno. El del subvencionado. El señalado. El que atrae turismo y genera comercio aunque nadie se lo quiera agradecer. El que hecha en falta criterio y crítica, el que huye de la precariedad. El que acaba yéndose fuera. O el que se queda para pelear por los que vendrán.
Los nostálgicos recuerdan a Jácara. ¡Cojonudo!. Ojalá hubiera durado más. De hecho deberíamos pensar porqué no duró más.
Y mientras pensamos, asumamos nuestros éxitos y nuestros errores. Para mí, también, sería fácil encontrar el aplauso de entretiempo de la gente que sobra en la ecuación, en lugar de estar tocándole los cojones a la gente del sector. No por joder, sino por azuzar la conciencia de que no están peleando sólo por ellos. Y, directamente, no están solos y deberían vivir mejor de lo que viven.
Porque aquí el problema es que en la realidad, hay que pensar y buscar soluciones que correspondan talento local con necesidad real. Ahí, la balanza está jodidamente desequilibrada. Porque como en el debate a tres, y en off, posterior, la verdad es que en Alicante hay grandes actores, grandes escritores, grandes técnicos, grandes profesionales… y todos, y todas, dependen del puto dinero público. Tanto, que se suman a la foto sin rechistar, o se resignan a aceptar mínimos, o no luchan por una casa del teatro, una del circo, una de la impro y otra del debate. En parte porque también hay gente que no vale ni para tomar por culo y se adueña de banderas localistas que no representan a nadie. Y a esos les importa un pepino el resto de actores, los técnicos, los medios, los ilustradores… eso sí, son los primeros en llamarse artistas cuando ni siquiera facturan sus trabajos.
Por lo tanto, al parecer, el patio está vacío. Y eso puede ser hasta bueno, porque hay mucho espacio que llenar y argumentos de sobra para hacerlo. La cuestión es que ni siquiera nos hemos planteado por dónde hay que empezar, o qué medios quedan para hacerlo. Y si esa nueva decoración, que algunos ya bocetan, se puede extender en el tiempo
Tras la pertinente foto…
Lo bueno de ir a una rueda de prensa de presentación es que, hasta con mascarilla, puedes diferenciar el olor a colonia del que cree aportar y se sienta en la mesa principal, y el tufo a sudor de quien, siendo el protagonista real de la obra, deja un momento su ensayo de viernes por la mañana para darse con el canto en los dientes del mamoneo político.
Hay un término medio entre los papeles de la burocracia y los que se interpretan en el estreno. Y eso, en parte, es Alacant a Escena. Mi deber, y el tuyo, es no aplaudirlo todo, tener criterio, ser crítico, diferenciar lo que es positivo, de lo que realmente corresponde al nivel de gestión, argumentación y escenificación del sector. Y sí. Aquí no valen hipérboles, ni Narcisos.
Alacant a escena se puede tomar como el principio de la pelea. porque une en un mismo cartel los nombres del presente y del futuro de esta ciudad. Y el respaldo del público, la diversificación descentralizada de las obras, que debería ser la obviedad de que aquí existen suficientes nuevos lenguajes, nuevas disciplinas y profesionales cotizando para la cultura. El quid pro quo, hace obvio que merecen un tiempo mayor o una inversión superior. Pero eso es difícil de entender para quien no comparte la pasión, el trabajo y el tiempo que requiere ser bueno y querer vivir de esto. He ahí el error de dejar que un político con fecha de caducidad hable por ti.
Habría que plantearse por qué el Ayuntamiento de Alicante, no ha dejado caer a su comercio, ha apoyado al turismo… mientras todos sabemos, a ciencia cierta, que, como me ha pasado a mí, muchos de los seleccionados del viernes han pasado hambre y han temido por su futuro. Algunos se han responsabilizado del camino mal recorrido o han creado incluso cuando no sabían si iban a poder presentar sus obras. Mientras otros se han centrado en ponerse a la cola del Cáritas de la Cultura y la apuesta pública se centraba en dar de comer a artistas y gestores de fuera de aquí.
Con unos y con otros, «lo bueno» es que el sector, resiste. Flota incluso cuando una pandemia y una inacción tratan de acabar de hundirlo. Y sigue adelante a pesar de los malos augurios. Pero resistir nada tiene que ver con evolucionar.
3 generaciones diferentes discutimos, ya sin políticos, ni carteles, muchas cosas cuando terminó la rueda de prensa. No fue difícil llegar a la conclusión de que a mitad de camino entre quemarlo todo y la lógica burocrática está la realidad. Quema quien tiene ganas de cambio, en parte, porque no tiene mucho que perder, y apaga quien defiende sus certezas a medias, porque es lo mejor que conoce.
Somos humanos y se nos notan las cosas. De hecho no las ocultamos para ver si alguien empatiza con el sufrimiento. Imagino que al salir a la escena, una actriz no piensa en su cuenta corriente, ni en lo que pasa en el otro lado de la calle. Igual deberíamos empezar por pensar que hay demasiadas mierdas que nos unen. Pero en lugar de compartir pesos, pasamos demasiado tiempo discutiendo las pequeñeces que nos separan.
El técnico reclama foros. El medio pone el altavoz. El artista el talento. Y, al final, la realidad hace que todo el que quiere vivir de esto: sude, se canse, viva quemado, estudie un master de como vivir sin dinero, como promocionarse sin medios, como no buscar la salvación con un billete a Madrid o a Londres… o, dicho de otra manera, como cambiar las cosas aquí, para que el siguiente periodista cultural, actor, director, escritor, músico… no se encuentre el mismo problema que llevamos más de 40 años encontrándonos.
PROTEA y el resto de asociaciones de profesionales de la escena pueden ser el fuego, ahora que hay vientos periodísticos dispuestos a extender la llama. Pero un incendio solo tiene sentido cuando hay sinergias suficientes para erigir, de las cenizas, un futuro diferente para todos, y todas.
La cuestión es saber si, con tanta prisa, nos hemos parado a pensar qué queremos ser de mayor.
La conclusión
Lo bueno de ser un medio de comunicación de los años 20, es que estoy en medio de lo que va a arder. Como un bombero en verano, vigilando que el termómetro no sobrepase los 40 grados. Es fácil saber quién teme al fuego, quién está dispuesto a prender la mecha, quién habla por hablar, y quien escucha para acumular argumentos antes de comprar la gasolina.
La paciencia es nuestro gran aliado. El de todos. Igual que el hecho de seguir haciendo las cosas bien, incluso cuando nos faltan ganas, dinero o espacios.
A tod@s nos falta lo mismo. La mayoría quiere lo mismo. Por eso cuesta más entender que no nos unamos para conseguirlo. Y en ese punto, la cuestión, es convencer al cobarde de que la lucha exige unidad, porque que tú no pelees, no significa que no vayas a caer cuando empiece «la guerra». Al fin y al cabo, ninguno de nosotr@s tenemos un contrato de por vida con nadie. Pero algún día nos jubilaremos igual que el resto.
Con esa premisa de compañerismo, eso que hace cuatro o cinco años parecía una utopía está empezando a fraguarse, lentamente, pero coge forma sin que, ni siquiera nosotr@s, seamos conscientes de que está pasando.
Sólo falta escoger los momentos para que el fuego se lleve lo inservible, rediseñe la supervivencia y mantenga seco todo lo demás. Por suerte, cada día hay más gente que entiende que ha llegado el momento de prender las mechas, aunque sólo sea para acojonar al acomodado, o para movilizar al que calla. Cuando todo arda, todos correremos en la misma dirección. Y aunque solo sea por eso, habrá merecido sufrir el proceso que llevó a todo eso que está por venir. Porque al haberlo vivido juntos, será más fácil no querer que se repita. Y entonces, valoraremos en su justa medida si lo que nos daban era una ayuda, o una limosna para evitar que prendiéramos la mecha.
Al fin y al cabo, hasta al más diplomático le gusta el olor a brasas. ¿Lo hueles?
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