Soy Pau. Tengo 24 años. Vivo en Barcelona y veraneo en El Campello desde que tengo uso de razón, por eso sois mi Agenda en verano y el resto del año me gusta leer vuestros artículos de opinión. Posiblemente creeréis que están enfocados a la realidad alicantina, pero vuestros problemas los vivimos en muchos otros sitios.
Os escribo para daros las gracias por el artículo sobre la susceptibilidad. En concreto por dos partes. Casi al final, cuando enseñáis algo importante como que las perspectivas pueden cambiar con los años. Y la parte en la que decís que el idealismo tiene un precio, o un aguante dependiendo de las personas.
Sólo me gustaría puntualizar que ese aguante es nimio, casi inexistente, en mucha gente. En verdad entiendo que a muchos se le hayan quitado las ganas de manifestarse. Yo mismo he vivido en mis carnes la impotencia de que una manifestación por el derecho a decidir, o por la libertad de expresión haya acabado a palos por culpa de 4 gilipollas.
Tirando de la empatía que promovéis, diría que hay una parte cada vez más grande de la población joven que teme no tener futuro y confunde los medios para conseguir tenerlos. Pero ni en casa, ni delante de la pantalla de un ordenador puede cambiarse nada y no sé porqué eso es algo que a muchos les cuesta entender cuando estando encabronados por no tener un trabajo digno, por no poder irse a vivir a una casa, o de vacaciones, por el cambio climático o por la igualdad, siguen pensando que alguien va a resolver sus problemas.
Criticabáis a Pablo Iglesias por sus afirmaciones contra la prensa. Pero la realidad es que una manifestación permite que gente en una misma situación hable de un problema. Es como una terapia que da pie a establecer planes concretos que aunque muchos crean que quedan en dos contenedores quemados o en tres comercios saqueados, no es así. Pero se sacan imágenes de containers ardiendo en lugar de indagar que hay más allá del fuego.
De alguna manera hay que canalizar el enfado constante en el que vivimos. Ahora con las mascarillas es todo más complicado, pero otras veces he encontrado un punto de reflexión derivada del hecho de compartir necesidades a través de las experiencias que nada tiene que ver con la violencia.
La conclusión es que la susceptibilidad viene del hecho de que hacen que nos sintamos inútiles. Y la historia es encontrar los mecanismos para demostrar lo contrario.
En las manifestaciones he encontrado a mucha gente recién licenciada que quiere poner en práctica lo que ha estudiado. Y todos (psicólogos, periodistas, médicos, enfermeros, abogados…) coincidimos en que este sistema, tal como está establecido, no nos vale a todos. Hay una parte que puede emigrar, otra que se adapta para ocupar las vacantes que dejan otros… pero tenemos un déficit de creación. Nos falta capacidad para inventar y casi todos coincidimos en que destruir es fácil (como demuestran las últimas manifestaciones o los debates políticos a nivel local o nacionales).
Al final, nos manifestamos, justamente, para eso. Para encontrar cosas como vuestra web, para que no nos amuermen con bazofias televisivas y sobre todo para que dejen de imponer y escuchen a quienes tienen algo que aportar.
Que vayamos a cambiar de perspectiva, con los años, no significa que vuestros hijos no vayan a tener la nuestra en breve. Y quizá esta sociedad necesita reconvertir eso. Que las leyes, las medidas las tomen para todos y que se abran los foros a jóvenes, a viejos, a parados, a autónomos, a los que llevamos enlazando contratos basura 3 o 4 años. Sé que es difícil, pero el otro día decíais que vuestro entorno se parecía mucho al mío, y al de la gente con la que coincido en El Campello en verano, o a los que conocí de Erasmus.
Las manifestaciones, aunque otros acaparen los titulares, están llenas de gente que quiere que se le escuche, que tiene un problema o que no comparte una decisión. Si contáramos la gente que se queda en casa porque no se atreve, o porque teme perder lo poco que tiene, seríamos el 80% del país. Y los que deciden son un porcentaje bajo del otro 20%.
De ahí la susceptibilidad. Porque en sus decisiones fallidas está nuestro destino y, al final, si preguntas, los abogados están cabreados porque les cambian las leyes cada dos por tres, los médicos llevan un año dando palos de ciego, muchos parados no encuetran alicientes, gente con preparación acaba trabajando en el McDonald, y los que no saben hacer la o con un canuto viven acojonados porque no saben el tiempo que les va a durar el trabajo.
La única salida es estudiar una oposición. Hay millones de españoles estudiando, la mayoría para vivir del cuento el resto de sus vidas, igual que el que se mete en política, o el que es hijo de un honorable rico con enchufes diversos.
El resto ¿decidme qué podemos hacer?
Deja una respuesta