La vida es una sucesión de momentos que cada uno interpreta a su manera. La perspectiva depende de la claridad mental de cada uno y el punto de partida, es olvidar las pertenencias, las rutinas, la procedencia o todo lo que huela a pasado y ensucie tu mente.
Es viernes y he tenido una mañana ajetreada, pero éso ya da igual. La Universidad de Elche es el punto de encuentro, ato los cordones de mis Converse, miro la proyección del espejo. ajusto mis gafas de sol, cierro la mochila y espero a que el profesor y su novia pasen a recogerme. Hoy somos murcianos y estrenamos los festivales veraniegos, sin que sea verano.
La señal de socorro ahora es Wam, abreviatura de We are Murcia. La dinámica es la misma de otros años: marineras, zarangollo, un vermú y un simulacro en el Jesuso, una Estrella de Levante con pisto en el Palomo y una pulsera verde ajustada en la muñeca para volver a pisar el Fica.
El acento, también, es el mismo, igual que el color, el olor de la fiesta, la vitalidad mezclada por la ilusión de volver a ver a un grupo, o por descubrir a otro. Tengo la sensación de haber visto antes a toda la gente que me rodea. Lamento no haber podido ver, de nuevo, la versión de Bowie de Cápsula, la magia de Ana Curra, o la sutileza de Lidia Damunt, pero el programa de papel me consuela. Hoy tocan Viva Suecia, Belako, Future Islands, Pablo und destruktion…
Nos hemos perdido los dos primeros capítulos de la historia, por una simple cuestión de experiencia: Las prisas no son buenas compañeras. Además, Viva Suecia es el principio perfecto para todo. Juegan en casa, y se nota. Y es la primera vez que voy escuchar en directo las canciones de su último disco «Otros principios fundamentales».
Acostumbrado a verles solos, una hora se queda escasa, pero es suficiente para insuflarte la energía que necesitas para aguantar sonriendo el resto de la noche.
Respiro con una pequeña dosis de Niños Mutantes para ver el estreno exclusivo de «Predación».
El directo de Pablo Und Destruktion es algo brutal, que poco tiene que ver con lo que deja entrever en sus discos. Sus letras son las mismas, sí, pero el astur dota de una intensidad vandálica a su puesta en escena.
Su guitarra naranja es como un puto destructor de masas aderezada por una voz profunda y rabiosa que hace que temas nuevos como «herejes» o «puro y ligero» parezca que formasen parte del repertorio de tu vida desde hace mucho tiempo. Y luego llega Limonov, y el infierno se convierte en un lugar atractivo donde nos pasaríamos la noche retozando con la extranjera.
Foto de Javier Rosa |
El protagonista de la noche, sin duda, fue Samuel T. Herring. Su show fue único diferente y, con dos horas de aspavientos se metió en el bolsillo a los que ya lo conocíamos y a los que esa noche se enamoraron de Future Islands para siempre. El grupo de Baltimore era uno de los más deseados del cartel e hicieron honor a las expectativas con una puesta en escena deslumbrante.
El bueno de Samuel, corría descabezado de una punta al otra del escenario, simulando comerse ratones, moviendo el culo sugerentemente, y alternando guturales más propias del trash metal que de un supuesto festival indie, mientras nos iba descubriendo los temazos de su último trabajo «The Far Field».y retales del «Singles», el disco que les encumbró a la fama en el 2014.
Los americanos, para ésto, son únicos (Ojalá lo fueran para otras cosas). El caso es que, sudados como el pollo con la edad de cristo, tuvimos que tomar la primera gran decisión de la noche. Future Thieves o Belako… El subidón de adrenalina nos hizo decantarnos por los de Mungia.
Foto de Javier Rosa |
Los cuatro jóvenes vascos llevaban desde enero sin subirse a un escenario, y se noto. Como me leí el artículo de Cris, hoy diré que Josu estaba resplandeciente y muy guapete. De hecho, toca de puta madre para ser un tío. Bromas aparte, Belako siempre cumple. Es como una descarga de rayo, más potente que la del carnicero loco del Thunderbitch y su aparato de calambres: Un chispazo de «sea of confusion», unas sacudidas de «hamen», un tema nuevo llamado «Render my numb», una clase de euskera gritada… y esa frescura exclusiva de los triunfadores jóvenes que vigoriza incluso a carrozas como yo.
Foto de Javier Rosa |
Y con la media noche, llegaron los desencantos… White Lies fue demasiado plano. Electrónica previsible en pleno prime time y esa herencia del Brit pop edulcorado que empieza a resultar aburrida. Y encima, Joe Crepúsculo se cayó del cartel a última hora y tomaron la pésima decisión de sustituirlos por Las Chillers ¿de dónde coño han sacado a este grupo de mierda?
Lo peor fue que los supuestos modernos bailaban versiones de Ella Baila Sola, Chenoa o Mecano, como si fueran el último hit de Lori Meyers. Llamadme snob, pero fue algo vergonzoso y chabacano, más propio de unas fiestas de pueblo rancias que de un festival serio. Inaudito.
Menos mal que llegaron los Second a apagar el incendio. Frutos y compañía se las saben todas y aunque todavía hay gente que se mete con ellos, saben de qué va ésto y aunque no tuvieron demasiado tiempo, sacaron la artillería pesada e hicieron lo que saben: «Rincón exquisito», «2502», una dosis de novedades y recordarnos que si Murcia es lo que es, en parte es gracias a ellos.
El otro momento vomitivo de la night, fue el concierto de Fangoria. Ir a un festival a hacer Play back es algo vergonzoso. Mi idea del espectáculo está muy alejada de lo que Alaska nos presentó el viernes.
Soy el primero que baila sus canciones cuando salgo de fiesta y soy un gran admirador de Nacho Canut, pero los 12 minutos de baile improvisado esperando que la bruja Avería saliera y el repertoriio escogido para la ocasión fue algo detestable. Que apunten en el Low, porque gastarse un pastón por ésto es algo que deberían replantearse.
De nuevo, un grupo murciano tuvo que resarcirnos. Alien Tango fue el gran descubrimiento de la noche. Un grupo salido de un psiquiátrico con una puesta en escena innovadora y divertida y una calidad musical que ya le gustaría a Alaska. Además, un poco de psicodelia siempre viene bien y el puntazo del espontáneo tomándose un cubata en el escenario, la lucha de almohadas, el confeti, el ¡Viva Suiza! y los disfraces dieron un toque de frescura a una noche que iba de más a menos.
Mi noche (y la de much@s otr@s) acabó con Editors. Hay una herencia del britpop que sí que le gusta a mi envejecida subjetividad. Quizá sea un simple matiz, pero Tom Smith da una tonalidad diferente a lo que Oasis o Primal Scream nos enseñaban a principios de los 90. O quizá sea simplemente, que les conocí en el lugar idóneo y en la circunstancia precisa para enamorarme de ellos, o porque más que a grupo de Birmingham, me suenan a U2, a veces, a Pearl Jam, otras… El caso es que sigue mereciendo la pena trasnochar para ver en directo canciones como «Munich», «A ton of love» o «Papillon».
Y creo que esa es una buena manera de cerrar un día de vaivenes, en el que me acosté sintiendo ese influjo festivalero que hace que aunque las cosas no sean perfectas, al menos, lo parezcan.
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