Este pasado fin de semana, el Ocho y Medio se quedó en silencio. La causa, una denuncia de sus vecinos o el enésimo capítulo de la «guerra de la convivencia» que siempre acaba con la música apagada.
Entendemos las quejas vecinales, pero evidentemente, no somos objetivos. Hace unos meses reivindicamos al «antro» en cuestión, como estandarte de la cultura underground de Alicante.
Su programación brilla por el buen gusto, sin ir más lejos, este fin de semana tenían previstos 3 conciertos que copaban nuestro top 10 de recomendaciones: New Pull, Aldrin y Collins y Galgo y Witching Waves y Mott. 3 bolos con un denominador común: su carácter alternativo, que es, precisamente, lo que caracteriza a esta Sala.
Y ese lujo es el que a nosotr@s no nos gustaría perder. Sabemos que ha habido un intento por parte de la sala de limitar horarios, buscar fórmulas con menos decibelios, como el microteatro o la presentación de la revista de la Galla Ciencia, aunque, también está claro, que se han sobrepasado ciertos límites en determinados conciertos y que para los vecinos debe ser un horror las vibraciones o el «ruido», de ahí que acometieran, una vez más la cruzada del «con la música a otra parte».
¿Pero a dónde? Quizá deberíamos echarle un par de huevos y ocupar el cine Astoria, los cines Ideal o alguna de las naves «abandonadas» del extraradio. Crear una asociación autogestionada y sacar la rebeldía que parece no existir por estos lares. Pero esos sitios también tienen vecinos, como El Jendrix, la Colla «La Ceba» o algunos otros bares que sucumbieron a la presión del cierre al pretender ofrecerle a Alicante Música en Directo.
Desde los ayuntamientos de Sant Joan y Alicante, entre otros, se ha instado a la Generalitat a modificar la legislación que impide que haya música en directo en bares. Pero éso no impedirá que los vecinos se sigan quejando.
Quizá la fórmula podría pasar por las ayudas para la insonorización de los locales, las negociaciones para fijar horarios con los propios vecinos… ¿quién sabe? El caso es que no nos podemos permitir el lujo de perder un sitio como El Ocho y medio. O, al menos, su programación y todo lo que ella rodea.
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