Histórico es un término que de tanto repetirse ha perdido trascendencia, pero llama la atención que con todos los análisis post-electorales, habidos y por haber, nadie haya caído en la cuenta de que, igual que Vox, Compromís tiene en su mano la llave de la gobernabilidad de la Comunidad Valenciana y del Ayuntamiento de Alicante.
La política es una estrategia, cuyos resultados son impredecibles. Y, por desgracia, unos y otros han convertido esto en una guerra de dos bandos, que poco tiene que ver con los que esa mayoría desencantada que vota al menos malo, o se abstiene, piensa.
El fin de Ciudadanos deja vacío un espacio que, quieran o no, todos los partidos deben llenar. A dos meses de las Generales nadie quiere ceder, pero irónicamente, eso hace que el PP monopolice el voto liberal-moderado-de centro de toda España (salvo Euskadi y Catalunya, donde se lo llevan, irónicamente, los nacionalistas).
A la mayoría le parece obvio que Compromís esté pensando en los réditos de una fusión con Sumar, que, sobre el papel, le reportaría los 4 parlamentarios de Podemos, más el sillón de Baldoví, y quizá alguno más.
Pero en política, las matemáticas no siempre son exactas. Y en este país debemos empezar a aprender que las coaliciones de gobierno no tienen porque significar un apoyo total, ni un cheque en blanco, ni un hermanamiento ideológico que en la práctica nunca es tal.
Al final, todos los partidos buscan el bien común de la ciudadanía, lo que les diferencia son las vías para llevar a cabo esa mejoría. Y justo en ese punto de discrepancia, teniendo claro el fin, es donde se deben empezar a trazar acuerdos transversales. Porque nadie pone en duda el que pretenden hacer en Euskadi y Navarra (PP-PSOE y PNV) para que Bildu no gobierne, pero nos llevaríamos las manos a la cabeza si PP o PSOE se abstienen en Extremadura o en Baleares para que gobierne el otro. O si Compromís, entra en un gobierno liderado por el PP, o sin entrar, evita que VOX forme parte de las decisiones principales de los próximos 4 años.
En ese punto, la pregunta es si Baldoví y Más prefieren renunciar al trabajo de los últimos 8 años en el Botànic, dejando que VOX entre en las principales instituciones de la comunidad a destruirlo todo. Antes de las elecciones os instábamos a leeros los programas, justamente, porque en ellos están las respuestas que equilibran lo prometido, con lo gobernado.
En un lado de la balanza está quien quiere: eliminar el valenciano de las aulas, controlar la educación, retomar el concepto de la cultura diluido en la fiesta (y los toros), romper todos los pactos sociales, eliminar todas las políticas sostenibles, o lo que se les ocurra (ya que en Alicante ciudad no tenían ni programa). Y todo, con «sólo»4 concejales en Alicante y 13 consejeros en Valencia.
Al otro la continuidad de las políticas del IVC, el control de «las rodalíes», los proyectos del TRAM, la posibilidad de mantener la independencia para reclamar que acabe la infrafinanciación en Madrid, o para dar alas al corredor mediterráneo, aumentar la red de carriles bici, controlar los contratos de limpieza…. ¿de verdad que toda esa parte de programa es posible estando en la oposición de un gobierno PP-VOX? ¿No es viable un acuerdo para no estar, cada 4 años mareándonos?
La opción de romper la política de bloques, sin perder votantes es un hecho. Es obvio que los más ruidosos pondrán el grito en el cielo, pero a la hora de la verdad, si no la cagas, al PP no le interesa la parcela nacionalista de Compromís, y en otras épocas, hacer bien las cosas desde dentro ha traído más réditos que perdidas a Esquerra en su pacto con Junts, al PNV y CIU tras envestir al mismísimo Aznar, o al PSOE formando gobiernos con los Jeltzales, en el País Vasco, desde la época de Ardanza.
La posibilidad de que las negociaciones no lleguen a buen puerto está ahí. Pero dando la aritmética, lo que extraña es que nadie se haya planteado la posibilidad de que ese intercambio de opiniones, al menos, tenga lugar.
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