La vida es riesgo y a veces, cuando vas un paso más allá te dan un premio… o llueve. Hoy, a medio camino entre el debate encarnecido que dio de si nuestro artículo sobre que el problema de la cultura alicantina es el público y nuestra eterna retahíla sobre la importancia de la cultura como dinamizadora de un pueblo, o una ciudad, me toca hablar de La Tapia Fest.
¿Qué es La Tapia? Un Festival de arte Urbano en Sant Joan, un pueblo cualquiera, llano y que se diferencia de los demás porque apuesta por la cultura: no la snob (porque no hay presupuesto), sino la imaginativa, la de la apuesta a largo plazo, que vistas las opiniones de ayer, son las que triunfan.
Pues bien, la Tapia Fest, un evento a pie de calle, se celebró un día de lluvia, con todo lo que el agua frena la actividad en estas tierras secas. Si se hubiera celebrado en uno de esos pueblos sin recursos imaginativos que planta un gran evento en mitad de un «solar programativo», la historia hubiera acabado con la primera gota. ¿Qué pasó en Sant Joan? Que el mercadillo y los conciertos se llevaron a la casa de Cultura, que se puso una barra con un toldo en la entrada, que los artistas siguieron a lo suyo pintando con chubasquero ¡y a correr!
El éxito fue más visible, porque todos los que íbamos a deambular por las calles del pueblo buscando artistas pintando, estábamos encerrados en un hall, comprando camisetas, escuchando música y… lo más importante, haciendo networking cultural. ¿Cómo es eso? Pues bueno, la realidad es que el éxito real de La Tapia es que los egos de los artistas se aparcan y por dos o tres días conviven, aprecian el trabajo de otros y se comunican.
Hubo una estampa en la que cuatro artistas que no participaban en la «performance» colocaban un toldo junto a la barra, mientras otro sacaba cervezas del maletero de un coche, dos daban un taller en un rincón improvisado… en definitiva, la convivencia es la que hace que un evento cultural funcione aunque llueva, porque cuando hay «buen rollo» entre un colectivo, los organizadores son dos personas más ayudando, la Concejala de Cultura se limita a ser una ciudadana más en lugar de hacer campaña electoral y los que hace cuatro años reclamaban más vida para el poble, disfrutan de un festival referente que gana premios una vez al año, van a la filmoteca el lunes, llevan a sus niños al Petit Teatre, a la Sesión Teta o a Llibres Chus, para que no se pierdan las buenas costumbres, si van al rastro se encuentran con conciertos, tienen un Refugio donde escuchar Jazz, y un Euterpe donde ver buena música y, sin pisarse, la armonía, convierte un ponerse de acuerdo en, «vamos a comer», «vamos a cenar», «vamos a tomarnos un gintonic», «vamos al mercado». O lo que es lo mismo: el manido Comercio.
El domingo el poble parecía el mismo, pero había 8 paredes recién pintadas atrayendo a nuevos curiosos, que con las 6 del año pasado, son 14, el año que viene serán 20… y quizá algún día Sant Joan sea un museo del arte urbano, con música en la plaça, cine en verano y en invierno, una banda de música propia y niños que han crecido escuchando cuentos, viendo teatro y viviendo la transformación de su pequeño pueblo.
Un ejemplo de dinamización sin etiquetas snobs, sin el alcohol como alma de la fiesta, con resultados inmediatos y de calidad. Y con público, aunque llueva (incluidos los propios artistas). Justo lo que ayer reclamábamos. Justo lo que los mendrugos siguen sin entender…
Deja una respuesta