Arriesgarse a cambiar el mundo es digno de reconocimiento. Es fácil practicar el deporte de surfear sobre la ola a la que tod@s se quieren subir, pero Alicante necesita espacios que fomenten cosas como las que unos pocos privilegiados tuvimos la suerte de degustar el pasado viernes en el Söda bar.
Lo de menos fue el número de gatos que fuéramos. Más que pocos estábamos bien avenidos, ya que no todo el mundo tiene la capacidad de dejar que un tipo como Pablo Maronda juegue a reblandecer tu corazón con la única, y simple, ayuda de una guitarra.
De hecho, sienta bien, que el ruido quede de lado, que las letras ganen protagonismo, y que el desuso de oído al que nos somete la rutina, se convierta en un ejercicio de sentir, paladear, como una cata de vinos de la campiña con el queso perfecto, o como la recriminación desnuda, esfumándose en la falta de tacto de algun@s que todavía no entienden que hay un volumen para cada situación y que si hay un tío con una guitarra sobre un escenario, la gente que te rodea va a escucharlo a él y no a ti.
Pero bueno, quizá el carácter de impresionables sea un don en peligro de extinción que merezca la pena recuperar (aunque cueste). Las vibraciones del 2015 empiezan a quedarse «anticuadas», aunque, antes de que el tercer capítulo de la historia se haga público, viene bien reeditar un repertorio improvisado, brindar con detergente, e incluso quemar cromo, mezclando el pasado con el futuro. Justo ahí, a medio camino entre la Guinness por San Patricio y los versos cantados releídos un día mundial de la poesía cualquiera.
La mística es un bote salvavidas y para nosotr@s que Maronda nos visite, enchufado, o sin enchufar, sólo o acompañado, siempre es algo bueno. Así que esperemos que no tarde dos años en volver a deleitarnos con sus experiencias musicadas.
Quizá os apetezca recordar la última visita de Maronda a Alicante: https://alicantelivemusic.com/la-recriminacion-y-maronda/
Deja una respuesta