A Vera Lu, la vi por primera vez hace ya unos años, cantando «Fujiyama mama» en la plaza del Claustro. Han pasado muchas cosas en este tiempo. El contexto, en el que nos movemos, ha ido variando, pero siempre su voz, y su buen gusto, han sido los exponentes máximos de su talento, ya fuera en una pequeña librería de barrio, en un estudio de televisión, en un Club de Jazz, en una terraza o en el escenario de un gran festival.
Su rastro más puro, podía haberse perdido en alguna de sus innumerables colaboraciones con músicos de la escena local, en sus coqueteos con la bossa, o con el pop… pero el jazz, en todas sus vertientes, ha sido siempre lo que le cambiaba la cara. Lo que sacaba de su interior todo ese torrente de pasión que ha ido forjando su estilo y todas las etiquetas que le puedas poner. Lo que le libera, y en parte, libera, también, a quien la escucha cantar.
En plena presentación de su segundo «disco jazzero», dice mucho que a la pregunta de ¿qué le dirías a alguien que va a escucharte por primera vez? responda, sin dudar que «se deje llevar por la energía del momento». Porque de ahí, de la energía de muchos momentos, nos regala el minucioso fruto de seis años de espera, (re)composiciones, trabajo, grabaciones y demás visicitudes de una soñadora y sus compañeros «de fatiga», convertido en las 8 canciones que conforman «Terra Banyada»:
Si fuera por merecimientos y trabajo, su sueño de «vivir de esto» estaría cumplido con creces. Pero no llegar a permitírselo es, justamente, lo que hace de su minuciosidad un don que le ha llevado a meter en un estudio a Enrique Pedrón (al piano), a Andrés Lizón (contrabajo), Rafa González (saxo) y el murciano del quinteto, Curro García (batería). Todos ellos habituales en ese circuito de cuatro puntas que mantienen la llama del jazz encendida en la provincia de Alicante.
Al otro lado de la pecera que completa los créditos del disco, el Atlas Estudio, en Alhama de Murcia y el filtro de Constantino López, para transformar las declaradas influencias de Stacy Kent, Melody Gardot, Cyrille Aimée, Madeleine Peyroux, Julie London, Anita O’Day, en oro puro.
LAS CANCIONES…
(inciso: el reto de esta disección es recuperar el arte de dedicarle tiempo a la música obligándoos a buscar vuestro propio sentido de las cosas a cada una de las pistas. Hecho que, obviamente, requiere tiempo y atención, que es lo que necesita un disco para ser digerido «objetivamente»).
Pocas cosas hechas aquí, en La Terreta, tienen un influjo tan peculiar como la propia risa de Vera Lu (alter ego musical de Verónica Gómez). Si la primera escucha es la que vale, a mí, personalmente, me han venido matices de los cientos de momentos que me he tomado una cerveza disfrutando en sus directos. Y entiendo que el gran mérito, el real, del disco es que mantenga la esencia, con los artificios justos, de lo que mejor se le da a esta chica: cantarlo en vivo y acompañarse bien.
Le dejo un rato para definir brevemente cada canción en un papel… La del vídeo, «Love Speaks», con otro habitual de la escena jazzera alicantina, Randy Greer, la describe como «la química y el lenguaje universal de una mirada». En su cadencia nocturna de viejo club, está la magia que los silencios extraviados dejan a quien sabe regocijarse sabiendo callar cuando alguien canta, toca o dice algo más interesante de lo que tú podrías decir en este momento.
Cada tema tiene su vida, pero no soy el único que piensa que «Ebria de aire» tiene un punto nostálgico acorde con estos tiempos de pura ansiedad que todos hemos sufrido alguna vez. El cauce de música de piano del otro coprotagonista de la portada (diseñada por Perceval Graells), Enrique Pedrón, mezclado con la huida del verso simple, le da una elegancia liberadora al tema, con un tono gris que debería incitar al llanto, o a darle otro trago a esa botella de aire acumulado que tienes delante… pero con esa parte perfecta que los tiempos modernos le arrebatan al hecho cotidiano de estar triste, a veces.
El corte 3, Naufragio, me lleva al epicentro del Mediterráneo. El jazz de arena, tan común en todos los pequeños festivales veraniegos de nuestra provincia. Para ella trata de «todas las historias de personas que se tragó el mar», a mí me evoca más a las que nos quedamos esperando a que el mar nos trague, o arrase todo aquello que nuestras debilidades no llegan a encauzar.
La apertura de «tierra banyada» es «baila». Para alguien como yo, que se mueve, básicamente, con chasquidos de dedos con el culo apretado en un taburete, el baile, en si, requeriría una pista vacía y un acompañante mejor conversador que bailarín. O igual es que, a veces, solo necesitas que alguien sea directo y haga imperativo el movimiento, para «fluir con la vida y no quedarse atascado», aunque sea durante cuatro minutos y veinticinco segundos…
Cuando ese tiempo acaba, la aguja salta a «nunca es tarde». Apta para el club de peinadores de canas que, normalmente, pueblan los asientos de los conciertos serios de jazz. En esa fase, imagino que el mejor halago es que escuchándola… hasta me lo creo.
Siguiendo con el halo positivo, salto al corte 5 «Then and now», la segunda octava parte de la versión anglosajona del «terra banyada». Y segunda octava (dos de ocho), también, de la dosis de amor de la construcción musical de Lu y Pedrón. Ésta, la parte libre y pura…
Y «flor en acuarela», el contrapunto desmaquillado de eso que aunque sea lo mismo, no siempre es igual. Aún con el riesgo a romperse, este canto al cuidado cotidiano de lo que debería importar en la vida, con aire de Peyroux y «la vie en rose», es una reflexión para todo el que resta valor a lo vivido, ignorando que en lo frágil se mezcla el riesgo de rotura y el arte de la reconstrucción, que como la escucha de un disco, requiere atención y tiempo (de calidad).
Cuando todo lo anterior se apaga, habla el subconsciente. Todos tendemos a dejar el descanso para cuando es inevitable, para el final. Cuando ya no hay vueltas que darle a algo, o cuando tu parte atávica pide la palabra. Mola terminar la escucha, tratando de distinguir si estás despierto o tus «sueños» necesitan, de alguna manera, hacerse realidad. Curioso que el adjetivo de lo subliminal, que ha escogido la artista sea «rebelde»…
UN POCO MÁS
Por si la media hora se te queda corta y quieres indagar en «de dónde viene Vera Lu», aquí te dejo:
y sus redes
Aquí sus PRÓXIMOS CONCIERTOS
- 18 de febrero: Refugio Jazz Club, San Juan de Alicante.
- 25 de febrero: Festival de Jazz de Castellón, Teatre del Raval.
EL CIERRE DE LA CARÁTULA
-¿Qué tiene de diferente este trabajo? – pregunto.
Es jazz mayormente en castellano. Canciones propias compuestas por mi y Enrique Pedrón – responde Vera.
No contenta con el salto, apostilla: En cuanto al concepto de la obra, he querido reflejar el estilo de vida en la costa alicantina, jugando con melodías suaves y cálidas como el clima y dándole un toque mediterráneo. También deseaba que estuvieran presentes los dos idiomas oficiales de esta zona: el castellano en las canciones y el valenciano en el título, como la primera puerta que abre este universo musical. He incluido 2 canciones en inglés que harían referencia al turismo, y así he ido dando forma a esta idea.
Ahora, el proyecto debe fluir en directo. El objetivo «que lo conozca y lo disfrute» el mayor número de gente posible.
El valor de un disco es el tiempo que requiere para hacerse, lo mismo que esta disección que pretende que ahora seas tú el que dedica ese mismo tiempo a juzgar por ti mismo. En este caso, tengo claro que te va a compensar.
Fdo: Jon López.
La foto de portada es de Samuel Pastor.
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