A quien madruga, en los festivales, la música le ayuda… a ser un poco más feliz.
La experiencia es un grado, y tras tantos festivales, uno aprende a que gran parte de la magia de los mismos, emerge de día. Fuera del recinto todo es más barato y menos cuadriculado: Puedes comer, puedes beber, relacionarte con la gente autóctona, descubrir la cultura del lugar, ver conciertos…
Cada uno adquiere sus propias costumbres, y tras unos años de SOS, un Wam y alguna visita esporádica al Microsonidos, las tradiciones panochas empiezan con un vermú con marinera para desayunar.
Esta vez, la mayoría de bares estaban inmersos en un persianazo de queja contra las restricciones, cada vez más extendidas, derivadas de la eterna discusión entre vecinos y locales de ocio, así que nos unimos «a la ley seca», viendo a Cala Vento sin cerveza en la mano.
Los lujos están para degustarlos y Cala Vento nos brindó uno de esos conciertos únicos, y diferentes, bajo el sol. Con dos discos a sus espaldas Alex y Joan tienen argumentos de sobra para entretener al centenar de resacosos maquillados que nos dimos cita en la Plaza Julián Romea.
Mientras los electroduendes del mainstrean dormían, nosotr@s bailamos una dulce mezcla del fruto panorama, ópera prima y alguna canción perdida… «a pesar de ti (Chk Chk Chk), me levanto» y «sin apenas conocernos», de repente, un manicomio de 100 locos, más o menos, unos cuantos nenicos bailongos, con sus padres (quitándose el mono) montamos una fiesta digna de levantar cualquier persiana bajada.
Para entonces, mi nuevo hermano de Festival, Esteban, se había montado un comando ilicitano, al que se le iban sumando los albaceteños de la noche anterior, los bellos durmientes, una pareja de «viejos» preguntando por las bondades de Japón y todas esas locuras surrealistas que solo pasan en un festival.
La organización estuvo sembrada dejándonos una hora para permitirnos degustar las bondades gastronómicas locales: un pulpito al horno, un zarangollo, un platico de jamón y para las 13.30, ya estábamos en los ochenta ávidos de otro baile bajo el sol… esta vez con El Último Vecino (que no se quejó del ruido).
Otro acierto: vermú con una gota nostálgica de Golpes Bajos. Los catalanes acaban de sacar un EP «Parte primera» y cargándose toda la morralla del rumor de separación, lo dieron todo en un concierto que combinó: momento preciso, con repertorio bien seleccionado. Gerard «Morrisey» Alegre sacó todo su inventario de bailes contagiosos, mientras los ritmos ochenteros inoculaban energía a una plaza llena de modernos despertando del letargo. Gran hora aquella.
Y tras los sudores, las tradiciones, el saludo del payo vasco a Camarón con simulacro en El Jesuso y el remate de café de puchero y paparajote en El Palomo.
Con los bares de tarde cerrados, nos fuimos al piso a hacer tiempo: unos dormimos, otros siguieron bebiendo, otros se fueron al ya mítico escenario Eroski… y nos volvimos a juntar dentro de La Fica. Un poco más tarde de lo previsto por cuestiones de digestión pesada.
Primera parada: Murciano Total. Es una debilidad particular, cuestión de amor por lo panocho, o de la «cencia» exacta de cagarse en todas las etiquetas y, de vez en cuando, disfrutar de la música, que creo que es la intención final de esta mezcla explosiva, apta para huir de las mayorías absolutas, que no siempre tienen razón a la hora de elegir.
Como no había nada más, nos pasamos a ver al amigo Mikel. Sinceramente, a mí me aburre bastante la propuesta de Izal. Quizá los he visto, y escuchado tanto, que ya no le veo la gracia. Aunque es obvio que l@s que me rodeaban no opinaban lo mismo. Me divertí bastante viendo la competición de Stories de Instagram y vídeos para dar envidia a no sé que amigo, o amiga. Personalmente, me parece una mierda esa forma de ver los conciertos sacando vídeos, o sin guardarte la historia para los momentos aburridos de verdad que te brinda la monotonía de la semana. Y no te digo nada, del berreo a pulmón abierto de los estribillos… ¡qué sí, que eres muy fan! pero guárdate un poco para la ducha y déjanos escuchar a los que queremos comprobar si, a parte de poses, y soltaditas de guitarra, hay voz en el tío de «la mujer de verde».
Me saturó tanto la historia, que me salte los 15 minutos previstos de Dorian para coger sitio en mi escenario favorito. Cambio radical: hueco para estar, móviles en el bolsillo y madurit@s con nostalgia que buscan vida más allá (o más atrás) del «indie».
Para éso, la opción Melange fue perfecta. Las pantomimas, para los de las camisas de flores, en el Dfranklin la cosa se pone seria, a medio camino entre Triana, Can y el punk más denso encarnado por el eructo que nos dedicó el greñas de la guitarra heavy. Por un ratito, muy cortito, el Warm Up se calentó llegando a cotas «Woodstockianas» chulapas de Viento Bravo. Daban ganas de comerse un tripi y mandar a tomar por culo el resto de la noche. Pero justo cuando nos estábamos terminando de calentar, la psicodelia cambió las guitarras por los samples.
Alt J era el plato fuerte de la noche y fue un enlazado de surrealismo celestial. Lo vi solo, porque mis amigos estaban peleándose en la primera fila, y fue algo magestuoso. Del supuesto al hecho… la diferencia entre el que pretende dar envidia y el mismo que se aburre cuando se apaga la luz roja del rec. Sí, son los que compran entradas, y son mayoría, pero de música no tienen ni zorra idea: les gusta lo que sus amig@s (o la radio de moda) les dicen que les tiene que «superencantar» y por eso, a la tercera canción el hueco hacia el escenario se había convertido en un camino abierto hacia la luz parpadeante.
Es obvio que si pretendes bailar, Alt J no van a satisfacerte. Pero en cuestión de matices han sido una de las bandas que más me ha sorprendido últimamente. Desde el juego de luces, hasta la combinación de voces dignas de los mejores discos de Simon & Garfunkel, pasando por la puta vibración de los bajos, la imagen de inglés cabrón de Joe Newman, con su panza de consumidor de Pintas y Fish and chips, en contradicción con lo que a su derecha representaba «culo inquieto» Gus. Con mención especial al batería, que hacía que una canción de trance pasara del triphop al más puro rock & roll en dos baquetazos (y sin negras).
Los de Leeds, no se complicaron la vida, tocaron lo que el público esperaba. La diferencia es que no todos los días se puede contorsionar uno con el directo de «In cold blue» (mi favorita), «Breezeblocks» o «Left Hand Free«. Y teniendo en cuenta que ver a Alt J en Madrid, hace uno meses, costaba el doble que el abono completo del Warm Up, es un lujo a valorar…
De allí, volví a mi zona de confort. Me hubiera gustado ver a Viva Suecia jugando en casa, pero el cuerpo me pedía otra cosa: Durga. No había visto en directo a estos valencianos y tras una semana con el nuevo disco de Toundra en la cabeza, me apetecía una dosis de post-Rock/Rock Progresivo. Y sólo diré dos cosas, que en directo ganan mucho y que, si puedo, en el Low, volveré a buscarlos.
Tras el paseo despeinado por las zonas sin música del recinto, cerré la cuadratura del círculo alternativo de la noche con una de mis bandas preferidas: Biznaga ¿y si nada es real, solo un simulacro? he ahí el kit de la cuestión… eran las dos de la mañana, hora exacta en la que para mí, el mal llamado «indie» murió para siempre.
He pasado grandes momentos en conciertos de Vetusta, Love Of Lesbian, Viva Suecia, Maga, Sidonie, Standstill… pero las guitarras han vuelto, bueno, en realidad, nunca se fueron, pero sus exponentes patrios no estaban a la altura de los Futuro Terror, Perro, La Plata, Cuello, Cosmen Adelaida, Novedades Carminha, Los Labios, The Limboos, Atom Rhumba, Belako o Mourn. La tendencia ha cambiado. Viví intensamente el periodo entre el 2008 y el 2011 en el que el pop y las coronas de flores pasaron de ser la miel de unos pocos a petar festivales. Hoy, como todas las modas, ya no tiene gracia, la gente con inquietudes busca algo diferente… y como el Trap no está a la altura de mis gustos, yo me quedo con la nueva ola punk, o lo que es lo mismo, la respuesta descarada a «lo de siempre».
Desde aquí, mi aplauso a Producciones Baltimore por la visión de futuro, por el conciertazo de Biznaga, por el concierto del día siguiente de Los Tiki Phantoms y The Limboos, por el Fuzzville y por los últimos años del escenario Wiko del Low. Espero que en el Spring, también haya un sitio para las bandas distorsionadas.
Y eso, que los festivales, aunque parezcan una burbuja a punto de estallar, siempre tienen un matiz que te cambia la vida. Algunos se lo pierden emborrachándose en el Parking, o sacándose selfies. Yo, seguramente, me perdí muchas cosas por falta de aguante, o por exceso de información, o por falta de objetividad derivada de 30 o 40 experimentos previos de cada eslabón a juzgar. Pero me divertí, tanto que ya tengo ganas de que llegue el Spring Festival…
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