Estos días se confunde la fiebre por regalar con el periodo preelectoral. De repente, todo el mundo quiere ser noticia disfrazado de Papá Noel (con dinero público para llenar la saca de regalos) y dejando que el consumismo los posea como si el día después de las elecciones acabara la guerra, o no sé muy bien qué disputa psicosomática.
De repente, causas perdidas como recuperar el «Auditorio underground» de la estación del Tram de Alicante, el Cine Ideal, algunos refugios antiaéreos cerrados, el cine de la Biblioteca del Paseíto Ramiro… se vuelven factibles y los expectantes generadores de contenidos culturales se frotan las manos teniendo dos, tres o cinco nuevos espacios que añadir a su «lista de clientes».
Pero ¿hace falta tanto espacio? o más bien ¿hay pasta y contenido para llenar esos espacios? ¿Hay realmente una política cultural consensuada para que haya una programación determinada y constante en todas esos esos escenarios?
No seré yo quien lo dude, ni ponga trabas a este supuesto crecimiento en la cantidad de propuestas. Pero quizá antes de desembolsar dinero o prometer cosas que luego acaban cayendo en saco roto, habría que fijar un punto de partida donde repartir el contenido razonadamente. ¿Por qué? Porque si ahora mismo la gente que furula por la cultura tiene la sensación de que todo es un desastre sin pies ni cabeza, imaginemos tener más espacios con el mismo dinero ¿cuál es el plan? ¿que se llenen de polvo? ¿que los artistas sigan aumentando su precariedad cobrando menos? o realmente hay patrocinadores, presupuestos destinados al futuro de las artes o una intención de regenerar la cultura de Alicante.
Yo, de momento, haya gobernado quien haya gobernado, solo he visto peleas que hemos visto antes. En cambio, en ninguno de los 3 casos de gobernancia, que hemos tenido en los 4 últimos años, se ha propuesto (o accedido a) una sentada general que reparta las competencias del Principal, las Bibliotecas, los museos, los Centros sociales… un hilo con el Arniches, otro con el ADDA, otro con el Aula de Cultura, otro con la Universidad, otro con la Diputación, otro con los barrios con predisposición a contribuir, otro con las iniciativas privadas, otro con los artistas locales (que son los que reclaman el espacio) y otro con los promotores (que supuestamente) son los que saben de eso.
A lo mejor, resulta más efectivo generar locales de ensayo o un espacio para la experimentación, o la didáctica, que crear otro lugar deficitario al que no vaya ni Dios porque hoy programa teatro, mañana títeres para niños y luego tres semanas de vacío porque no hay más panoja. A lo mejor, en vez de eso, hace falta un espacio exclusivo para el teatro, o para el mundo audiovisual, o para la literatura, o para la cultura para niñ@s. Uno sólo para que los jóvenes se expresen, uno para que los mayores sigan vivos, uno sólo para cultura alicantina… uno en el que las cabezas pensantes puedan sentarse, uno en el que los medios de comunicación puedan comunicar, un instituto de conexiones culturales entre todos los antes citados…
Está bien reclamar lo que es tuyo, mover a la Guardia Civil de su sitio para disponer de unos cuantos metros cuadrados vendibles, ser populista y recuperar el Cine Ideal para acabar haciendo oficinas, o que la Ciudad de la Luz deje de dar más sombras que alicientes, o reservar una partida para habilitar los accesos al Auditorio subterráneo del Mercado… pero antes hay que pensar ¿para qué? o buscar el pragmatismo pensando, por ejemplo, si los alicantinos prefieren encerrarse o vivir la cultura en la calle, que es más complicado burocráticamente, pero más barato y participativo.
¿Quién da permiso al político para tomar una decisión así a falta de apenas 5 meses de unas elecciones que van a cambiar muchas cosas? ¿quién da permiso a un técnico a opinar sobre lo que el artista necesita en realidad o lo que el público demanda? ¿quién va a dirigir esto en realidad? ¿es el periodo preelectoral el mejor momento para decidirlo? ¿van a sondear la opinión de los artistas antes de volver a hacer el ridículo?
Pues eso, demasiadas preguntas para contestar en apenas cinco meses y no menos precedentes fracasados en los últimos años. Es hora de hablar, no de prometer ni de hacer regalos que pueden acabar siendo envenenados. Para llenar un vacío hace falta contenido, planteémonos como financiarlo, antes de empezar las casas de los auditorios por el tejado.
Deja una respuesta